Domingo XXXI del tiempo ordinario // Mc 12,28-34

Primer mandamiento: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas;

Segundo mandamiento: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, no hay otro mandamiento más grande que éstos.

El Amor es el centro de la relación con Dios. El Amor de Dios y el Amor al prójimo son inseparables y complementarios. No se puede amar a Dios sin amar al prójimo, y no se puede amar al prójimo sin amar a Dios (Papa Francisco).

El Reino de Dios consiste en reconocer que el Amor hacia Dios es igual que el Amor al prójimo, pues si Dios es Padre, tod@s nosotr@s somos herman@s y tenemos que demostrarlo en la práctica, viviendo en comunidad; ¡sólo se llega a Dios a través del don total al prójimo!

A pesar de la meridiana claridad del texto, gran parte de l@s cristian@s, después de veinte siglos del Evangelio del Amor, seguimos sustituyendo, en la práctica, el primero y máximo mandamiento por un abundante catálogo de normas morales, disciplinares, canónicas, eclesiásticas, civiles, familiares, buenos modales, costumbres, ritos…, ¿quizás con el ingenuo pretexto de que siempre se ha hecho así? Y no se trata de cosas malas, sino que se vuelven inhumanas e idolátricas cuando suplantan la ley del Amor, lo cual sucede tan a menudo.

Este Evangelio es el resumen de todo lo que Jesús enseñó sobre Dios y sobre la vida, nos revela la mejor de las liturgias y el culto más pleno donde no se necesita ni un lugar, ni un espacio ni siquiera un templo, porque no hay culto mejor que el que se hace desde nuestro corazón. Toda ley y todo culto se resume en una palabra: «amarás».

Jesús, con su nacimiento, vida, muerte y resurrección, tuvo un único objetivo: enseñarnos que Dios nos ama y enseñarnos a corresponderle amándolo a Él y amándonos unos a otros. Es más: Él lo superó todo y nos pide que superemos el mandamiento antiguo de «amar al prójimo como a sí mismo», cambiándolo por el suyo: «Ámense los unos a los otros como yo los amo».

Pero no se trata de cualquier Amor. En primer lugar se trata de amar a Dios como el único, y amarle de todo corazón. Todo lo demás será solo una explicación de este primer Amor.

Y, en paralelo con este primer mandamiento, viene el segundo, que es similar: ¡amarás a tu prójimo!» Y es que nuestro Dios, el Dios de Jesús, es uno con el hombre. Amar al ser humano, sólo es posible si es reconocido en su inmensa dignidad. ¡Todo ser es hij@ de Dios!

Amar como Cristo Jesús ama, es nuestra vocación, realización, libertad y felicidad en el tiempo y en la eternidad. El Amor a Dios y al prójimo no pueden reducirse a un código rígido y moralizador. Es libertad para mejorar las expresiones y experiencias de ternura, de amistad, de dulzura.

El Amor es fuego encendido por el Espíritu Santo en el corazón humano, que está hecho a imagen del corazón de Dios-Amor-Cariño-Ternura al infinito. «Si me falta el Amor, de nada me sirve…». El mandamiento del Amor no es pesado, sino que da alas a toda la vida.

 • Para mi, ¿qué es lo más importante en la religión y en la vida? ¿Cuáles son las dificultades para poder vivir aquello que considero lo más importante?

• Jesús dijo al doctor: “No estás lejos del Reino de Dios”. Hoy, ¿estoy más cerca o más lejos del Reino de Dios que el doctor elogiado por Jesús? ¿Qué pienso? ¿Hablando en términos de espiritualidad Alfrediana, abro caminos para que Jesús y la Iglesia lleguen a las periferias más alejadas, “más allá de los gentiles”, desarrollando capacidades para detener el mal y promover la paz y la justicia en el mundo?

Cuídense, cuiden y déjense cuidar muchísimo!

Seamos felices y sepamos compartir y contagiar el gozo y la alegría de ser y existir.

Un abrazo muy fuerte de Paz y Fiesta.

Que el Buen Padre Dios, con la protección, guía e inspiración del Buen Santo  Espíritu y de Sant Jordi, nos bendiga a tod@s.

Amén, que así sea.

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