ArcoVida 3/12 – Anticipar a pesar de lo imprevisible: la vivienda y el cuido 1/2

Anticipar a pesar de lo imprevisible: la vivienda y el cuido
Pauline Lodder

Estoy muy contenta de estar aquí y tener la oportunidad de compartir algo que aprendí de mis padres y que además está muy anclado en la cultura holandesa y en mi experiencia de vivir 27 años en Suiza: ANTICIPAR.

Mi padre era mecánico de camiones y mi madre trabajaba en un supermercado. Tengo 3 hermanos, o sea, éramos 6 personas viviendo en una casa alquilada unifamiliar de 3 pisos.

Tengo muy mala memoria y no logro ser exacta con las fechas, pero diría que cuando mis padres tenían más o menos 65 años, y los hijos ya nos habíamos marchado todos de casa, hicieron una reflexión: Estamos solos, la casa es para 6, tenemos menos ingresos, el alquiler es caro, nos cuesta cada vez más subir las escaleras, es grande para limpiarla… Y se preguntaron: ¿que sería adecuado para nosotros?


Empezaron a pensar y soñar sobre la última etapa de su vida. Decían: pues vale la peina buscar una casa más pequeña, pagar menos, limpiar menos… Ah y que esté más cerca del transporte público y de tiendas…


Así empezaron a buscar, a inscribirse para una casa pequeña, y encontraron la casa donde han vivido hasta morir, en la misma ciudad, frente a la estación de trenes y buses, al lado de un centro comercia Muchas personas del grupo que han visitado Holanda se acuerdan de la casa del Beatrixplein.


Este cambio hizo que tuvieran que deshacerse de muchas cosas, porque la casa nueva era mucho más pequeña. También les fue muy útil, que ya pensaron en algunas cosas de confort; por ejemplo, instalaron un lavaplatos en la cocina nuev ¡¡¡lo que nunca habían tenido!!!

Mi madre siempre lo agradeció: ¡Cuánto trabajo se quitó de encima! Parece que no es nada, pero cuando avanza la edad, los pequeños trabajos cotidianas cada vez pesan más (además por no ver bien o por cansancio no siempre se hacen bien…)

También aprovecharon para poner barras en el cuarto de baño, un wc más alto para levantarse con más facilidad, etc. Quizás todavía no necesitaban todo esto, peroaprovecharon para facilitarse la vida antes de que hubiera la urgencia de hacerlo.

Así llegó también, más tarde, la decisión de poner unos sillones eléctricos de estos que son buenos para la espalda, y que ayudan a levantarte, unas camas articuladas, etc.


Tanto mi padre como mi madre han muerto en casa a los 92 y 94 años. Han vivido solos hasta el final, con ayuda externa y también gracias a la infraestructura de la casa.

Creo que todo esto ha influido en mí misma y cuando empezamos hablar con Ketu sobre nuestra vejez. Nos planteamos ¿qué haremos después?, ¿con la pensión que tendremos no podremos vivir en Suiza?, ¿dónde nos gustaría vivir?

Calculando gastos de vida, decidimos vivir en España, donde tenemos muchísimos amigos del Grupo. Decidimos que era mejor vivir juntas para compartir gastos. También para cuidarnos: con la vejez pesan más los problemas de salud y soledad. Buscamos un lugar agradable, donde todo se puede hacer a pie, que sea bastante plano, donde hay tiendas, médicos, cerca de la naturaleza.

Hemos tenido que deshacernos de muchas cosas (teníamos cada una nuestra casa y el espacio era más grande). Fue un gran trabajo, y un “duelo” pero como éramos “bebe ancianas” todavía teníamos fuerza y energía para ello. Vivo mucho más ligera ahora. Y estoy tranquila, cuando me muera no tendrán mucho trabajo para recoger mis cosas.

Decidimos que el piso que compramos, lo queríamos dejar a una fundación del Grupo, así que ya lo regalamos ahora, ya está hecho, somos usufructuarias. Hemos hecho testamento, poderes, testamento vital, seguro de entierro.

¡Qué tranquilidad tenerlo todo “organizado”!. Todo esto también me ayuda a tomar conciencia de que empiezo una etapa nueva. Pienso que preparar lo material, -la casa, el sillón, las barandillas, el testamento, etc.-, nos ayuda a prepararnos mentalmente.
Hay objeciones a todo esto, lo sé bien.

Se puede pensar que es exagerado pensar en todo esto cuando no sabes, no es previsible, lo que pasará en el futuro. Me puedo morir mañana o me puede llegar una enfermedad grave que cambie muchas cosas. Puede explotar un volcán, como en Canarias y arrasar mi casa, o puede haber un terremoto que destruya todo. Pero también tenemos el dato de que la edad media de mortalidad en España es de 81 años para los hombres y 86 para las mujeres.

Otra objeción en la que pienso a veces es este refrán: a cada día su afán o la creencia que tenemos que confiar en la providencia de Dios.

Estoy convencida que el vivir el momento presente o el confiar en la providencia de Dios (Mt 6, 31-34) no implica una invitación a despreocuparnos del futuro.

Si no nos ocupamos de ello, nos puede causar inquietud, miedo al futuro, una angustia permanente que ronda cada día a nuestro alrededor y nos quita alegría.

Ocuparse del futuro da paz, anticipar permite hacer las cosas con serenidad, con paz y sin prisas.

También da paz a nuestros amigos y familiares.

Y pienso que ha sido genial hacerlo pronto, cuando todavía tengo energía, movilidad etc. Es una responsabilidad personal.

Haber dedicado un tiempo al futuro, anticipando, hace que pueda vivir el presente con intensidad, con alegría, y que esté más preparada para hacer frente a los imprevistos de hoy y de mañana.

Incluso al gran imprevisto del momento de mi muerte.

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