ArcoVida 4/12 – Anticipar a pesar de lo imprevisible: la vivienda y el cuido 2/2

Desde su vivencia de la atención a sus padres, como personas totalmente dependientes expuso las diferentes opciones de cuido que han vivido en su familia, a partir de la máxima “si la vida te da limones, aprende a hacer limonada”.

EL TERCER ARCO DE LA VIDA. APRENDER A ENVEJECER CON ALEGRÍA.
Sesión: Anticipar a pesar de lo imprevisible: la vivienda y el cuido

Si tuviera que poner título a mi aportación sería: «Si la vida te da limones, aprende a hacer limonada» y espero que básicamente sirva para generar debate y reflexión.


Desde dónde hablo: desde el punto de vista de cuidadora, a partir de la experiencia vivida con mis padres y sus circunstancias personales, con algunas pérdidas sin aviso de las que nos
hablaba Natalia.
• Provengo de una familia numerosa, con 5 hijos, que tiró adelante gracias a una mercería en el barrio del Congrés de Barcelona. Un padre con discapacidad a raíz de las secuelas de una intervención de cabeza, desde que nací y hasta que él falleció cuando yo tenía 44 años.

• Una madre que fue el punto de apoyo de toda la familia, hasta que llegó el Alzheimer, hace 16 años, cuando era la cuidadora principal de mi padre.

• Han sido personas que han aceptado su situación desde la perspectiva de que “Si la vida te da limones, hay que hacer limonada”. Con sus más y sus menos, siempre se han dejado cuidar y se han ido adaptando. Esto no quiere decir que lo que a nosotros nos ha valido, sirva para todos.

• Hablo desde el contexto de Catalunya y de la realidad que aquí se vive en cuanto a recursos para la gente mayor dependiente y a partir de la experiencia de haberles cuidado primero en su casa y después en una residencia.

OPCIONES:
En mi familia siempre pensamos que era básico, mantener a mi padre en casa. El y sus hijos detrás de él, apostamos por su autonomía, tanto como pudimos pero llegó un momento en que se convirtió en una persona totalmente dependiente.

EL HOSPITAL EN CASA. Conseguimos todos los artilugios necesarios para hacer su casa lo más adaptada y agradable posible. Una cama articulada, un “escala-móvil” cuando ya no podía bajar escaleras, silla de ruedas, una grúa cuando había que ayudar a encamar y a levantar.

Todo lo hicimos gracias a subvenciones parciales que conseguimos, a partir de certificar su discapacidad, desde joven. En su habitación, alrededor de su cama, con fotografías de todos sus hijos y nietos celebramos hasta un fin de año. El buen humor nunca faltó. (Recordad, los limones y la limonada)

PERSONAL EN CASA. Llegó también el momento de tener personas de apoyo en casa para su higiene personal, levantarlo y encamarlo, etc. Pero mi madre era la cuidadora principal, la que daba las indicaciones y se preocupaba de hasta el último detalle que le facilitara el bienestar.

Así conocí a Mari Carmen García, precisamente, un gran ejemplo de persona cuidadora.

LLEGA EL ALZHEIMER. Pero cuando envejecemos, nuestras capacidades no van precisamente a mejor, así que mi padre iba empeorando y nuestra cuidadora principal, mi madre, recibe la visita de una enfermedad devastadora de nuestras capacidades: El Alzheimer. A pesar de sus esfuerzos y estrategias para mantenerse al pie del cañón, necesita de apoyo y entra en escena una trabajadora familiar, para acompañarla a ella en las tareas básicas como cocinar, lavar ropa, comprar, etc., además de dos turnos de personas para atender a mi padre.

A partir de ese momento, pasamos a una empresa que disponía de personas para sustituir las bajas si era preciso y mi presencia y la de Antonio, que vivíamos al lado era continua a cualquier hora del día o de la noche, hasta que la situación se hizo insostenible, especialmente por la incapacidad de mi madre de continuar siendo la cuidadora principal.

LA RESIDENCIA
Nunca pensé en llevar a mis padres a una residencia pero las circunstancias obligaban: uno totalmente dependiente y la otra cada vez más dependiente. Nos decidimos por Vic porqué era el lugar que nos pareció con más calidad humana. Hicimos frente con sus ahorros y con la colaboración económica de todos los hijos porqué optamos por una residencia privada.

Mi padre falleció al poco tiempo a causa de un infarto cerebral pero mi madre fue allí muy feliz. A pesar del duelo, la pérdida de memoria la ayudó y disfrutó de sus 4 años de estancia y de la posibilidad que la residencia le dio de seguir cosiendo y haciendo arreglos; de disfrutar de la visita de sus hijos, nietos y hermana, cada semana; de los paseos por Vic, de las fiestas de la residencia. Pero el Alzheimer iba avanzando.

LA RESIDENCIA PÚBLICA
A pesar de lo bien que estábamos en Vic, mi madre era cada vez más dependiente; los ahorros se iban agotando y a través de la Ley de dependencia, conseguimos una plaza en Barcelona, en una residencia pequeña donde en los últimos 11 años ha ido perdiendo todas sus facultades, excepto la del cariño. Nos comunicábamos con ella a través del tacto y de la música, excepto en el tiempo de pandemia, por supuesto. Como ya sabéis falleció hace un mes y medio. Y ha sido difícil vivirlo estando ella en una residencia en el tiempo en el que vivimos. Aún así, cuando llegó el Alzheimer, seguimos haciendo limonada con los limones.

APUNTE PRÁCTICO: LA LEY DE DEPENDENCIA
A nivel práctico y siempre desde la perspectiva de una persona usuaria, os puedo comentar que la ley de dependencia, es una ley de acceso universal, en la que se hace una valoración de las necesidades de la persona, en función precisamente de su grado de dependencia. Las valoraciones tienen un largo tiempo de espera y en su momento las plazas residenciales también. Esta ley ofrece diferentes recursos en función del grado que otorguen y se puede pedir una ayuda económica para tener personas cuidadoras en casa o bien acceder a una plaza residencial aportando el 90% de la pensión y la Generalitat aporta la diferencia hasta el coste total de la plaza.

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