Domingo II de cuaresma // Lc 9,28b-36

«Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo».

Siguiendo al Papa Francisco, la comunidad lucana, que hablando en términos amplios no está al servicio exclusivo de una comunidad, sino que pretende difundirse ampliamente, tener validez para tod@s l@s cristian@s, nos cuenta el evento de la Transfiguración, que se coloca en el ápice del ministerio público de Jesús.

Jesús es el Hijo que se hizo Servidor, enviado al mundo para realizar a través de la cruz el proyecto de la salvación, para salvarnos a tod@s nosot@s. Su plena adhesión a la voluntad del Padre, vuelve su humanidad transparente a la gloria de Dios, que es el Amor. Jesús se revela, así como la imagen perfecta del Padre, la irradiación de su gloria. […]

Con Pedro, Jacobo y Juan, subimos también nosotr@s hoy, en el monte de la Transfiguración y nos detenemos en contemplación del rostro de Jesús, para recoger el mensaje y aplicarlo en nuestra vida; para que también nosotr@s, sigue diciendo el Papa Francisco, podamos ser transfigurad@s por el Amor.

El sol, y sobre todo la luz, aparecen con frecuencia en las Sagradas Escrituras, y siempre son indicio y reflejo de la presencia divina.

Además, Mateo y Marcos, para expresarnos el Misterio sorprendente de este momento, usan un verbo muy fuerte y expresivo. Dicen que Jesús se metamorfoseó; y este vocablo griego indica un cambio de forma, de aspecto, de figura. Es el mismo término que emplea san Pablo para describir nuestra futura Resurrección, y significa una transformación profunda, un estado superior al de la tierra, una gloria celestial.

Es la manifestación radiante de la auténtica naturaleza y condición divina de Jesús, la irradiación de la gloria de Dios, como afirma la carta a los hebreos y la impronta de su sustancia (Hb 1, 3); es como estar en el Cielo, ni más ni menos!

Sin embargo, puede resultarnos un poco paradójico que la Iglesia nos presente este pasaje evangélico dentro de la Cuaresma, en un período de penitencia, de sacrificio y de austeridad. Mucho más lógico sería que nos lo ofreciera en el período de Pascua, por ejemplo. Pero no. Y tiene mucho sentido.

Nuestro Señor concede a sus apóstoles la gracia de contemplar su rostro transfigurado en el Tabor para confirmarlos en su fe y para que no desfallezcan ni se escandalicen cuando vean su rostro desfigurado en la Cruz, camino de gloria y de resurrección.

Cuando algo nos cubre nos impide ver, entender, y automáticamente entramos en miedo porque no sabemos qué va a pasar, ¿Acepto que siempre el miedo es parte de mi ser?, ¿Debo entender que no nacemos con miedo y que pase lo que pase debemos controlarlo y así lograr salir adelante? Uno de los actos más importantes de la fe es estar atent@, escuchar y cumplir, esto nos da seguridad, nos da confianza porque seguimos al Señor que algún día nos resucitará a la vida eterna. ¿Estoy atent@ y escucho con frecuencia la Palabra del Señor?, ¿Me doy cuenta que cuando estoy atent@, escucho y cumplo la Palabra de Dios me da más seguridad, más confianza, más fe? ¿Abro caminos para que Jesús y Iglesia lleguen a las periferias más alejadas, en términos Realista Existenciales, para que lleguen más allá de los gentiles? ¿A los grupos más vulnerables? ¿Qué hago para paliar el enorme sufrimiento y desamparo que estos días azotan el corazón de Europa? ¿En realidad creo que la acción del Espíritu Santo y el Amor son capaces de transfigurarlo todo?

Cuídense y déjense cuidar muchísimo.

Un abrazo muy fuerte de Paz y Fiesta.

Que de una forma especial en estos días de triste guerra en el corazón de Europa, el Buen Padre Dios y el Espíritu Santo, bajo el manto protector de Sant Jordi, nos bendigan, protejan y amparen a tod@s. Amén. Que así sea.

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