Ni un Dios castigador, ni hombres castigadores
Cada día nos llegan noticias terribles sobre guerras, crímenes, desastres naturales, hambruna, enfermedades etc., y así estamos informados sobre
el sufrimiento de tantísimas personas. Y surge la eterna cuestión del porqué del sufrimiento…
A Jesús le informan sobre la masacre de un grupo de peregrinos Galileos.
Y Él se acuerda de otra noticia terrible: de los dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé. Jesús no intenta dar explicaciones al sufrimiento, sino que nos invita a una reflexión profunda.
En primer lugar nos hace ver que las víctimas no eran más pecadoras que los demás; no hay relación entre su pecado y su muerte. En la época de Jesús fácilmente se pensaba que si te pasaba algo malo era porque Dios te castigaba por tus pecados. Jesús pide que cambiemos radicalmente esta percepción de Dios: nuestro Dios no es un Dios castigador, sino todo lo contrario. Es un Dios paciente y misericordioso.
La parábola invita a una mayor profundidad. En general se corta una higuera que “hace sufrir” porque lleva años sin aportar fruto… Cortar significa evidentemente matar el árbol. Sin embargo, el viñador intercede y se ofrece a seguir trabajando para intentar que de fruto.
Nuestro Dios no es un Dios castigador; nosotros tampoco podemos convertirnos en castigadores.
Para el viñador matar no es una buena opción; prefiere seguir trabajando para lograr que la situación cambie. Con la parábola Jesús revela que Dios siempre busca con paciencia caminos que favorecen la vida, Dios es Esperanza activa. Nosotros también estamos llamados a ello: a descartar la opción de matar sin perder esperanza que la realidad pueda transformarse.
