Domingo XXIX del tiempo ordinario // Lc 18, 1-8

Orando sin desfallecer

En la lectura del evangelio de Lucas de este domingo, Jesús dice a sus discípulos una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre sin desfallecer. La parábola habla de un juez injusto que hace justicia a una viuda para que deje de importunarle. Jesús dice: “fíjense en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?” Quisiera centrarme en que es necesario orar siempre sin desfallecer y no en los jueces injustos que desafortunadamente abundan…

Orar sin desfallecer me transforma por dentro. Orar incansablemente me hace a veces ver que lo que he recibido es aún mejor para mi vida y para mi crecimiento personal o el de mis seres queridos, de lo que había pedido.

Orar sin cesar es estar unido al Dador de bienes. Al Dador de paz, perdón, alegría…

Orar por alguien es llevarle en las entrañas. Orar brota de un corazón amoroso y compasivo.

Dice San Agustín: “Tu deseo es tu oración; si tu deseo es continuo, tu oración también es continua (…). ¿Tu deseo es continuo? Entonces tu grito es continuo. Callarás solo si dejas de amar”.

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