En el evangelio de este XXVIII domingo del tiempo ordinario veremos como diez personas con lepra son los protagonistas de la historia que nos narra, se acercan a Jesús para que les cure.
Vivir con lepra suponía vivir apartado del mundo, dado que es visible exteriormente pero además se identificaba como signo del mal por lo que eran expulsados de las poblaciones.
De este texto me gustaría destacar hoy dos reflexiones:
Aunque hoy la lepra no es habitual sí que nos puede ayudar a dedicar un tiempo a mirarme e intentar descubrir a qué debo morir para sentirme limpia, sana. Quizás en un rato de soledad y silencio descubra esas creencias, valores, actitudes que me hacen vivir apartada del mundo o, simplemente que no me permiten aportar todo lo que soy a mi entorno ni vivir en plenitud.
De diez personas que fueron sanadas por Jesús, sólo una y dicen que era samaritano vuelve a dar las gracias, sorprende que sea sólo una la que regresa cuando todas habían sido sanadas de igual forma. Sin embargo, en el mundo que vivimos cuesta ver personas que viven de forma agradecida, sí, quizás incluso nosotras mismas no lo hacemos con tanta frecuencia como creemos. Nos cuesta ver motivos de agradecimiento, ¡Cuando es tanto lo recibido!
Vivir de forma agradecida no es vivir dando gracias, sino una actitud agradecida que nos permite ser conscientes de todo lo que nos rodea, nos cambia la mirada a nuestro entorno, nos abre el corazón a recibir el amor de Dios y del prójimo, de la misma manera que nos posibilita ofrecernos en nuestra esencia, nos da la oportunidad de vivir de manera positiva y fructífera.
Quizás vivir de manera agradecida nos ayude a descubrir aquello que podemos cambiar para vivir en mayor plenitud.
