Domingo XXXI del tiempo ordinario // Lc 19, 1-10

«Subió a un árbol para verle»

Verlo quiero, en cada momento, en cada instante y en cada situación. Si para ello he de subirme a un árbol o a unas escaleras o a una azotea o a una cúpula, me subiré. Y cuanto más alto suba, más visión tendré para observar la humanidad. Desde lo alto, veo algo más que con mi corta visión: veo a Jesús y al que sufre, veo a Jesús con el que llora y el que ríe, veo a Jesús con los niños y ancianos, veo a Jesús con los enfermos y consolando en las guerras, veo la mano de Dios y la mano del hombre. En definitiva, lo que veo es puro amor. A eso estamos llamados, solo y exclusivamente a amar; lo demás, ya nuestro amado Padre nos lo dará.

Dios creó el mundo desde el amor y creó la naturaleza y los animales desde el amor, nos creó al hombre y a la mujer desde el amor ¿Entonces? ¿Qué es lo que hemos de ser? Amor, no hay otra; esto es lo único que da sentido a nuestras vidas.

Hermanos: subamos alto, con ganas, con entusiasmo, con alegría y con la certeza de que lo que vamos a ver es grandioso. Es el amor, porque todo ha nacido del AMOR.

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