Santa Maria, Madre de Dios // Lc 2,16-21

Comenzar un nuevo año con esta solemnidad de la Madre de Dios, es una buena ocasión para recordar las razones de fondo de nuestra Fe, y para recordar una vez más, los fundamentos de la Vida Cristiana, que el Evangelio de hoy, nos presenta de una manera bien resumida y bien condensada. Son tres cosas que podemos hacernos el propósito de cada uno a su manera, de tener siempre presente a lo largo de este año que comienza.

La primera: Que ser cristiano, quiere decir, no olvidar nunca que nuestro Dios es el Emmanuel, un Dios que está con nosotros, esta es la experiencia más extraordinaria de nuestra Fe, que recordamos de una manera especial en este tiempo de Navidad. El nuestro, es un Dios que nos acompaña desde el corazón mismo de la Humanidad. que ha asumido plenamente muestra condición desde el primer momento, siendo un niño y viviendo en su propia piel las vicisitudes de un ser humano cualquiera.

En segundo lugar: Que ser cristiano quiere decir también, hacer nuestra la preferencia de Dios para los más sencillos, para los más pequeños, para los que viven en la intemperie, y que estos días se nos presentan de una manera especial en la imagen de los pastores como primeros testimonios, de la buena noticia de Jesús. També hoy, como nos recuerda tantas veces la Iglesia, es la opción de amor para los pobres, para los descartados, para los que no cuentan, donde encontraremos siempre la vía más recta, para presentarnos como seguidores i seguidoras de Jesús.

Finalmente, en tercer lugar: De lo que significa, la vida cristiana, lo tenemos en la fiesta de hoy, el ejemplo y referente de quien fue la primera creyente. Ser cristiano, es intentar vivir la Fe, con la misma actitud y la misma manera de hacer de María de Nazaret. que acompaña a su hijo incondicionalmente desde el primer momento, calladamente, sin hacer apenas ruido. “Conservaba estos recuerdos en su corazón y los meditaba” nos lo dice Lucas.

Ser cristiano es, pues, los que saben acompañar sin juzgar, sin mirar a los otros por encima del hombro, y el que se distingue como comunidad cristiana, es también, este saber acompañarnos los unos con los otros haciendo camino juntos, con la misma fidelidad que Dios acompaña a su pueblo y que María acompaña a su Hijo. Que como María pues, aunque muchas veces no entendamos ¿el porqué de tantas cosas?, podamos testimoniar nuestra vida de cada día, que somos merecedores de poder llamarnos los unos a los otros hermanos y hermanas.

¡Feliz Año Nuevo!

Antonio Huguet

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