Domingo V del tiempo ordinario // Mt 5, 13-16

“Ustedes son la sal de la tierra; pero si la sal se ha vuelto insípida, ¿con qué se hará salada otra vez? Ya no sirve para nada, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres. Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad situada sobre un monte no se puede ocultar; ni se enciende una lámpara y se pone debajo de una vasija, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. Así brille la luz de ustedes delante de los hombres, para que vean sus buenas acciones y glorifiquen a su Padre que está en los cielos.

En este evangelio Jesús no solo nos recuerda a través de su particular manera, nuestra misión, es decir: ser sal, ser luz, brillar, hacer buenas acciones, glorificar al Padre, que no es ni más ni menos que ser instrumentos de salvación. Menuda tarea y además, si hemos abrazado esta forma de vida y no lo hacemos en nada, nos volvemos insípidos, apagados, sin brillo ni luz suficiente, aunque suene fuerte inoperantes de la Gracia. Sin hacer buenas acciones siquiera.  En definitiva, andamos como muertos en vida. 

Dónde encontrar entonces razones de nuestra fe, Fijémonos, la sal su función principal es saborizar y conservar, podemos preguntarnos: ¿estamos conservando? o como insípidos, vamos respingando narices porque todos nos parecen sin gracia alguna, sin sabor alguno, al punto de ir desechándonos… no sirve, pues fuera y a por otra cosa. 

Pero si conservamos ¿Qué? y no menor ¿a quienes?…¿Qué contenidos tenemos y a que saben estos?, Qué nos ha pasado que hemos perdido el gusto, qué nos han quitado el gusto y podemos estar, sin querer, amargando el contenido, el alimento de nuestros otros, y sobre el contenido, me refiero al espiritual, al propio principalmente. 

Y mi luz de donde proviene, solo de mi saber intelectual, de mi graciosa forma de ser, de mi yo, de mi ego…Ya sabemos que eso no ilumina ninguna oscuridad ni interna ni externa, son como fuegos artificiales, eso artificiales, así tal cual, Como puede otro sentirse seguro de ir juntos si mi luz no alcanza. 

Cada vez siento con mayor alegría donde ir cuando siento que mi sal no sala, que mi luz no brilla…. A la Cartuja, ahí puedo vaciar, limpiar mi interioridad, renovar la alegría, bajar al verdadero pozo donde beber de la verdadera fuente para salir impulsada a compartir la verdadera luz, que haga brillar la luz de cristo. En cartuja encuentro mi alegría se existir profunda que me hace ser humilde colaboradora con acciones cotidianas, con gestos tan sublimes como una sonrisa sincera, una mano firme, una luz que lleve a otros al encuentro personal y profundo con Dios Padre Salvador. En cartuja puedo nutrir mis contenidos, tomar la fuerza necesaria incluso para regalar mi ausencia a mis otros amados para que surjan otras y mejores cosas.

Feliz domingo 

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