El texto de este Domingo, el de la samaritana, es uno de esos que nos ofrece siempre Nuevos matices. Jesús se acerca al pozo de Jacob, se sienta y al ver llegar a una mujer samaritana le dice “Dame de beber”.
Esta expresión nos recuerda a la que dirá en la cruz “Tengo Sed” sí, porque Dios tiene sed, de nosotras, de amar y ser amado, de que le dejemos amarnos y de que nos amemos.
Ante necesidades tan básicas como la sed, nos igualamos, nos sentimos al lado de la otra persona, cercana a ella, podemos empezar a sentir su misma sed, nos invita a saciarla, a hacer todo lo posible para paliar esa necesidad de ella y a la vez nuestra. Invita a la solidaridad.
En la conversación entre Jesús y la mujer samaritana, se van limando las diferencias existentes entre ambos, o las que ella, al inicio quería poner por delante, en ese poco rato, su actitud ira cambiando hasta que de repente ella también dirá “dame de beber”.
Cuando nos hemos acercado, hemos saboreado algo tan profundo y grande como es la vida, la gratuidad, la felicidad, … el don de Dios, tantas cosas que nos igualan a tantas otras personas, no podemos más que querer saciar la sed con esa agua que Jesús ofrece, un agua disponible para todos y todas aquí y ahora.