Ver el dolor y actuar
El Evangelio de este cuarto domingo de cuaresma es largo y denso, y se podrían escribir libros enteros para comentarlo. Me limito a hacer unas breves observaciones.
Lo primero que me ha impactado es que el ciego de nacimiento no pide su curación a Jesús. Jesús, al pasar, ve este hombre (v.1). Aunque el texto no lo dice explícitamente, seguramente Jesús ve su sufrimiento, su dolor… A los discípulos solo les preocupa una cosa: «Maestro, ¿quién pecó: este o sus padres, para que naciera ciego?» (v.2). No hay ninguna señal de compasión en la mirada de los discípulos. Además, constatamos que ven a Dios como un castigador…
El diálogo del hombre curado, con los vecinos y con los fariseos, ocupa una gran parte del texto. Los fariseos no se alegran de la curación del ciego, sino que se preocupan de si Jesús ha desobedecido a la Ley, por haber curado el día del Sabat. Podemos constatar una concepción del Sabat y de la Ley totalmente deformada… Ojalá que en esta cuaresma podamos reflexionar sobre nuestra representación de Dios y la interpretación de nuestras normas religiosas. Si no llenan nuestras miradas de compasión y alegría, quizás no sirvan para seguir a Jesús.
La curación del ciego de nacimiento tuvo dos etapas. Lo que hizo Jesús: escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego (v.6) y lo que hizo el ciego: se fue y se lavó a la piscina de Siloé (v.7). Estamos invitados a escuchar con atención a Jesús para saber cuál es nuestra parte para curar al mundo de hoy, tan enfermo, tan ciego. Estamos invitados a mirar y actuar con compasión. Y a distanciarnos de las posturas legalistas.