Domingo de Ramos // Mt 26,14-27,66

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según San Mateo (26,14–27,66):

La Pasión de nuestro Señor fue tremenda, llegó a pedirle al Padre que apartara de Él ese Cáliz, pero como Hijo de Dios se puso en sus manos y se entregó. Así nosotros vivimos también nuestras cruces, las sufrimos, sentimos y vivimos, pero nuestra fe nos hace dejar todas las preocupaciones y dolores en las manos de Dios y nos entregamos a Cristo que es quien nos lleva al Padre.

Jesús vive nuestra pasión tantas veces sea necesario, él nos da fuerza, nos alienta, nos cura las heridas y nos acompaña hasta morir en esa Cruz.

Cuando afrontamos el dolor desde nuestra fuerza humana, nos lleva a la muerte de nuestros sueños, deseos, paz y alegría. Cuando todos nuestros acontecimientos los llevamos con Jesús, cuando tenemos la confianza de que nos acompaña en nuestro caminar, entonces y solo entonces, el dolor se hace llevadero y la alegría sigue siendo plena.

Jesús nos da la mano y nos saca del sepulcro resucitados; nuestro sepulcro ya limpio de todo mal. El mundo sigue igual, pero lo ves con los ojos de Dios.

Todo lo malo que hay en esa Cruz se queda en la cruz. Ya no hay dolor, las palabras no hieren y el amor resplandece.

Ciertamente nos apena, nos duele el alma cuando no encontramos salida, pero el mundo sigue siendo cielo en la esperanza de que Dios Padre nos ama y nos quiere alegres, felices.

Y cuando nos encontramos en medio de tanto mal al que retornamos, solo ves belleza.

La belleza de Dios en nuestro interior.

Cristo es la Paz, la Alegría el sanador de nuestras almas, y así es como lo vivo.

Chari Martorell

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