“El sembrador salió a sembrar…”

Mucho se ha dicho sobre esta parábola del evangelio. Las semillas que cayeron junto al camino, otras en terreno pedregoso, otras entre espinos y otras que cayeron en tierra fértil y que dieron mucho fruto.

Podría preguntarme qué tierra estoy siendo hoy…. Pero en lo que reflexiono más bien es: ¿tendré en mi ser todas estas tierras? ¿Qué aspectos de mi persona necesitan aún acoger la Buena Nueva? Quizá tengo terrenos pedregosos con poca tierra donde falta la profundidad para que la semilla del evangelio arraigue. O tierra que, entre espinos, ahoga la vida nueva que pudiera crecer… Pero ¡qué alegría! También hay, un poco escondida, buena tierra…

Es esta experiencia que nos puede llevar a vivir la vida en humildad y esperanza, sabiendo que las personas tenemos cada una nuestros ritmos de crecimiento.  Y como amigos y colaboradores de Jesús, anunciamos de palabra y de vida que el Reino de Dios está ya presente aquí y ahora, en semilla. Esta semilla crece en muchas ocasiones allí en donde nadie imagina.

El sembrador no pierde la esperanza de que la semilla del Reino pueda crecer en terrenos que a simple vista no son aptos. Siembra generosamente y sin cálculo de rendimiento. ¡Bendito sea Él! Seamos como Él: portadores de semillas de amor, paz, esperanza, alegría y perdón, por doquier.

María de Jesús Chávez-Camacho Pedraza
Pineda de Mar