Este texto, de gran densidad, que nos ofrece la liturgia de este domingo. nos sitúa en Jerusalén poco antes de la muerte de Jesús. Quisiera retener esta frase: “En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto”. (v. 24-25). El grano se ha de depositar en la tierra para que germine. Llegará a la madurez cuando cambia de color verde por el de amarillo-dorado. Jesús es como este grano de trigo que ama durante toda su vida, don de sí mismo en entrega total. Muerte que podría parecer fracaso y un sin sentido; sin embargo, a la luz pascual se verá como don de amor, entrega fecunda, vida nueva ofrecida a todos.
El pasaje del evangelio que hoy nos es dado, comienza con una petición de algunos que habían venido a celebrar la fiesta de la Pascua: “queremos ver a Jesús”.
Hoy hay gente que también desea ver a Jesús. Verlo transparentarse, verlo manifestarse, vislumbrarse, dejarse ver en quienes dicen o decimos que somos sus amigos… Para que se le vea en mí, en ti, estamos invitados a morir a todo aquello que no conduce a la vida y a dejar circular el amor de Dios revelado en Jesús en todo nuestro ser; seamos portadores de amor y vida.
Pineda de Mar