II Encuentro teológico. Ajardinar el mundo. Calderón Inmaculada

Ajardinar el mundo. Repensar nuestras cosmovisiones.

Uno de los mayores retos del siglo XXI es aprender a convivir en la biosfera. El ser humano aparece en el relato del Génesis como adamá (tierra). Recibe de Dios el encargo de cuidar la tierra como un buen jardinero. El ser humano y Dios no se sitúan sobre la realidad natural, sino en la realidad natural. Dios no es un ser solitario sino busca relación y comunión. Dios-Ser humano-Mundo se encuentran en la misma aventura de existir. San Francisco expresa con su Cántico de las Criaturas una profunda fraternidad cósmica.

Los pueblos andinos cuidan la Madre Tierra (La Pacha Mama). Su cosmovisión está basada en la reciprocidad y en la necesidad de mantener un equilibrio entre los humanos y la naturaleza. Piden permiso antes de tomar cosas de la Madre Tierra, y agradecen y devuelven lo que ella les ha dado.

Los movimientos ecologistas han reintroducido el término griego de Gaia: la idea de concebir a la Tierra como un ser vivo. La atmósfera y la parte superficial del planeta se comportan como un todo coherente, donde todo se autorregula.

Nuevas cosmovisiones comienzan a abrirse camino en la teología: el panenteísmo, la ecosofía, la intuición cosmoteándrica, … Vale la pena repensar nuestras cosmovisiones para mejorar las relaciones entre personas, el cosmos y la trascendencia… Buscar fundamentos para que la casa común de todo lo creado sea un hermoso jardín de verdad, belleza y paz

Inmaculada Calderón

Nací en un rincón de luz de la bahía gaditana mecida por el viento de levante en los finales de la primavera. El damero de calles de Puerto Real fue el escenario de mi infancia y Sevilla, ciudad de adopción, confidente de sueños adolescentes e inquietudes, amores y latines, letras griegas y hebreas mezcladas con nocturnos desvaríos y amistades para siempre. Licenciatura en Clásicas por la Universidad Hispalense y licenciatura en Teología por la de Granada. Docencia, viajes, voluntariado social en Cáritas y en prisiones, ebullición de mi sangre peregrina. Tetuán, mi hamama albaida, me dio un compañero de vida y un hijo y una hija «del Estrecho», vástagos entre dos orillas, amores de ida y vuelta.

Nómada, teóloga de la arena, esgrimista de la palabra, aprendiz de humanista y aspirante a poeta, vivo entre letras y libros, compongo versos y escribo relatos, edito obras, dirijo antologías y participo en otras, y colaboro en proyectos nacionales e internacionales, doy clases de latín y griego, colaboro con la teología feminista tras conseguir hacer de mi vocación un oficio. Soy noctívaga empedernida, la madre Atenea me ha convertido en lechuza para, con luz selenita, darme cita con las hijas de Mnemosine: Tejedora de anhelos, De amores y sabores, Ronda de la rima rima, La levedad del instante, Sangre de nómada y Perséfone junto con el todavía inacabado El balcón de la quimera son los frutos de tan deseados encuentros, de los que solo alguno de mis gatos es testigo.

El jardín de Edén, ¿edad dorada primordial u horizonte de futuro? Una aproximación a la ecología desde una perspectiva literaria, antropológica y teológica de los textos bíblicos.

En esta aproximación partiremos de la contraposición entre la visión de la edad dorada y el horizonte utópico de futuro para después realizar un análisis exegético de los tres primeros capítulos del Génesis desde una perspectiva holística que integra las dimensiones lingüística y filológica, antropológica y teológica en el que situaremos al ser humano como criatura inmersa en la naturaleza, con la que comparte un destino común.
En un segundo momento, nos centraremos en los textos evangélicos para analizar qué puede aportar el mensaje de Jesús a una nueva cosmovisión ecologista desde la perspectiva de una ética de actitudes.

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