Siempre me ha enternecido que Jesús celebrara una cena con sus amigos como despedida. Quiso que lo recordaran en un ambiente festivo. “Lo último que hicimos juntos fue comer y brindar”, dirían.
Comieron y bebieron. Harían muchos brindis. Estarían compartiendo, comentando lo vivido ese día, disfrutando.
Y, de pronto, el maestro les dijo: “Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre derramada por vosotros”. ¡Qué mensaje tan extraño! Comen el cuerpo y beben la sangre de su maestro. Con razón tuvo que explicar San Justino, en los primeros siglos, qué era aquello de la Eucaristía, para que no se tratara de caníbales a los primeros cristianos.
Como judío, Jesús quiso celebrar la Pascua de una manera nueva, como una unión nueva. Y así, tan cerca de Jesús nos quedamos, que podemos tocarle, abrazarle, palparle. Es nuestra intimidad: Él en nosotros y nosotros en Él.