Domingo XIV del tiempo ordinario // MC 6, 1-6

Todo aquel que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre

Todo aquel que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre

Rechazo de Jesús en Nazaret: su familia no son sus parientes biológicos, sino que “todo aquel que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre.

La Comunidad de Marcos, no en vano es el primero de los cuatro evangelistas, intenta resaltar la divinidad de Jesús.

Resaltará, por lo tanto, los milagros y los acontecimientos que muestran a Jesús como a Dios.

Es un Evangelio que nos presenta a un Jesús que actúa, más que a un Jesús que habla.

Sigue diciendo el Papa Francisco, “porque nosotr@s escuchamos muchos comentarios: «He escuchado que lo que sucedió allá es esto y lo que sucede allá es otra cosa; he leído esto, me han dicho esto…» Y más en nuestros tiempos de las “fake news”, que todo es puesto en tela de juicio, ¿qué es cierto? ¿Y qué falso?

Se trata de un trabajo que a menudo nosotr@s no hacemos: nos conformamos, nos tranquilizamos con: me han dicho, he escuchado, la gente dice, he leído… Y así nos quedamos tranquil@s. En cambio, deberíamos preguntarnos: ¿Cuál es la verdad? ¿Cuál es el mensaje que el Señor quiere darme con ese signo de los tiempos? (Cf Homilía de S.S. Francisco, 30 de octubre de 2015, en Santa Marta).

¿Por qué un profeta no pude ser admitido en su propia tierra? Cristo nos da la respuesta: por falta de fe de la gente, en este caso de sus parientes. Nos cuesta creer en una persona que ha convivido mucho tiempo con nosotr@s y ahora viene a darnos lecciones de vida. «¿Pero no es este el hijo del carpintero, ¿cómo es que salen tantos milagros de sus manos?»

Necesitamos pedir insistentemente la gracia de la fe. Porque la fe es un inmenso don de Dios y vale más que la vida misma, pues sólo con ella podemos caminar en nuesr5a existencia hacia el destino eterno, aunque a veces no vea, aunque le rodeen espesas tinieblas, aunque le azote la duda, aunque le domine el miedo, aunque le invada el desaliento, ya que «el justo vive de la fe».

La fe no es un mero sentimiento de la presencia de Dios. Es caminar, sufrir, caer y levantarse tratando de ser fiel a Dios a quien no vemos con nuestros ojos materiales, pero sí con los ojos de la fe. Pues. En definitiva, la fe es fiarse de Dios y confiar en Él. Por ello, digamos a Cristo con humildad: «Creo Señor, pero aumenta mi poca fe».

Escuchamos muchos comentarios: «He escuchado que lo que sucedió allá es esto y lo que sucede allá es otra cosa; he leído esto, me han dicho esto…» Pero yo soy libre, debo emitir mi propio juicio y comprender qué significa todo esto. Se trata de un trabajo que a menudo nosotros no hacemos: nos conformamos, nos tranquilizamos con: me han dicho, he escuchado, la gente dice, he leído… Y así nos quedamos tranquilos. En cambio, deberíamos preguntarnos: ¿Cuál es la verdad? ¿Cuál es el mensaje que el Señor quiere darme con ese signo de los tiempos? (Cf Homilía de S.S. Francisco, 30 de octubre de 2015, en Santa Marta).

La fe fue la fuerza en su peregrinar par este mundo de todos aquellos hombres de Dios y lo seguirá siendo para todos aquellos que deseen y quieran ir tras las huellas de Cristo.

La fe es caminar, sufrir, caer y levantarse tratando de ser fiel a Dios a quien no vemos con nuestros ojos materiales, pero sí con los ojos de la fe. Pues si vemos las cosas como nosotros queremos, entonces dejaría de ser fe y sería certeza de lo que queremos ver. En definitiva, la fe es fiarse de Dios y confiar en Él. Por ello, digamos a Cristo con humildad: «Creo Señor, pero aumenta mi poca fe».

En palabras del Papa Francisco, Jesús, que nunca había puesto pie en su tierra natal, s no pudo hacer allí ningún prodigio, sino solo unas pocas curaciones, Jesús concluye con la expresión que se ha convertido en proverbial: «Un profeta sólo en su patria carece de prestigio», “nadie es profeta en su tierra”.

La inversión que hace Jesús compromete a sus discípulos de ayer y de hoy a una verificación personal y comunitaria. También en nuestros días puede suceder que alimentemos prejuicios que nos impiden captar la realidad. Pero el Señor nos invita a asumir una actitud de escucha humilde y de espera, porque la gracia de Dios se nos suele presentar de una manera sorprendente, que no corresponde a nuestras expectativas.

Pensemos junt@s, por ejemplo, en la Madre Teresa de Calcuta. Esa monjita pequeña, a la que nadie daba importancia, que iba por las calles para llevarse a l@s moribund@s para que tuvieran una muerte digna.

¡Esa monjita, sigue diciendo el Papa, con la oración y su obra hizo maravillas! La pequeñez de una mujer revolucionó la obra caritativa en la Iglesia. Es un ejemplo de nuestros días. Dios no se ajusta a los prejuicios. Debemos esforzarnos por abrir el corazón y la mente, para acoger la realidad divina que nos sale al encuentro. Se trata de tener fe: la falta de fe es un obstáculo para la gracia de Dios. Much@s bautizad@s vivimos como si Cristo no existiera: los gestos y signos de fe se repiten, pero no corresponden a una verdadera adhesión a la persona de Jesús y a su Evangelio. Cada cristian@ -tod@s nosotr@s, cada un@ de nosotr@s – estamos llamad@s a profundizar en esta pertenencia fundamental, tratando de dar testimonio de ella con una forma de vida coherente, cuyo hilo conductor sea siempre la caridad.

Cuídense y déjense cuidar muchísimo.

Un abrazo muy fuerte de Paz y Fiesta.

Que el Buen Padre Dios nos bendiga a tod@s.

¡¡¡Muy Buen y merecido descanso estival!!!

Jep Alcalde

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