Perdonar

Foto de Melissa Askew en Unsplash

Se dice que algunas personas mayores conservan resentimientos o rencores que bien les hacen sufrir. Este poema, tan hermoso y tan cristiano, es una guía para todos en esta tarea, tan noble y ennoblecedora que Cristo nos encomienda: «amad a los que os persiguen».

Perdonar es firmar
con sangre un cheque en blanco
y dejarlo sin trabas
encima de la mesa
al descansado alcance
de quien, habiéndose arrepentido,
anhele regresar ¡y venga!
a la mansión amiga.

Si aquellos que nos maltrataron
persistiendo en su alejamiento
quisieran ser ladrones
de este leve papel azul
¡de nada les serviría
que estuviera firmado y rubricado!
Entre sus manos sucias
el tan valioso documento
se les desharía en cenizas
por las aceras
antes de que llegasen
al Banco visible de la amistad
sin precio.

Un cheque en blanco ciertamente
es el perdón
que se ofrece de veras.
Porque es el «perdonar»
estar dispuesto
a donar «muchos dones»
a las mismas personas
que mal malbarataron los primerizos
regalos
que les dimos, cándidamente.
Si vuelven les ofreceremos ¡sí!
aún más.
Que es mayor la alegría
del acercarse aquellos que se huyeron
¡los amigos perdidos
de nuevo recobrados!

No importa que se fueran

setenta veces siete.
Cada vez que nos vuelven
es porque mejor nos conocen
y cada vez se nos retornan
con mayor confiada libertad.
Y más humildes,
más verdaderos.

Perdonar, es más todavía.
Es salir
sin que nos importe
el tiempo borrascoso
ni el día ni la hora
ni el qué dirán
los amigos que nos quedaron.
Salir llevando entre los dedos
este cheque sin números
–el corazón–
y caminar por todas las veredas
en busca
de esos amigos
desamigados,
perdidos en el bosque.
Qué gozo al encontrarlos aún viviendo,
no muertos del todo,
pues al vernos sonríen
como niños que juegan
al escondite aunque asustados
de intuir los peligros
que en la maleza de su soledad, aleves
les acechan.

Perdonar es amar sin límites.
Es reamar muchas más veces,
multiplicando
la misma intensidad gozosa
de la pleamar del amor.

Y perdonando
es ¡sí! como mejor se alcanza
que los demás ¡al fin!
nos amen plenamente.

(Y… también lograremos
que ellos, a nosotros
–tantas veces a nuestra vez perdidos–
nos busquen sin sosiego y nos hallen.
Y mirándonos como sin mirarnos
¡nos reperdonen!)

Publicado en:
Vida Ascendente, noviembre de 1993.

DESCARGAR
DESCARGAR

Artículos

¿Hay alguien más?

Científicos norteamericanos están enviando...

El tesoro del tiempo

« Increíble, pero cierto: el único tesoro...

Reconditorio, poesía preservada

«Reconditorio es una palabra algo extraña...

Actividades

Suscríbete a nuestro boletín

© 2024 PazyFiesta | Una web de Mauricio Mardones

© 2024 PazyFiesta
Una web de Mauricio Mardones