TIEMPO DE ESPERANZA
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas.
Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.
Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.
Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre».
Inicia un tiempo de esperanza.
¿Qué esperamos?
La irrupción de Dios, de Jesús en nuestras vidas, en nuestra humanidad.
El lenguaje apocalíptico que nos trae este texto lucano, nos puede dar miedo, a muchos les da terror, pero no hemos de sufrir porque nadie sabe como es el fin del mundo, ni los Ángeles ni el mismo Hijo, solo el Padre. El miedo nos quita la libertad y hace que estemos pensando en nosotros mismos, y no nos deja mirar más allá para comprender que nuestro fin es la Vida con mayúscula.
En nuestro mundo todo se está renovando permanentemente. Ha pasado por grandes transformaciones, los glaciares, grandes terremotos qué formaron las montañas… todo es perecedero. Las estrellas que ven nuestros ojos ya no existen, nuestros antepasados ya no están, se han ido con sus glorias y sus vanidades, algunos nos han dejado sus huellas, su legado, pero poco sabemos de ellos.
El ser humano empieza y se acaba, nos morimos y el Padre nos da Nueva Vida.
A nosotros, los seres humanos, muchas veces nos angustia dormirnos o que al tener que llevar a cabo una operación delicada, nos anestesien, cuánto más la muerte. A medida que van pasando los años, nos vamos haciendo adultos, nos vamos desprendiendo de las cosas materiales que nos sustentan, se va perdiendo el miedo que nos angustia y va quedando la prudencia que nos ayuda a proteger la vida.
Oremos los unos por los otros y pidamos bendición, así sabremos que Dios es y está presente en nuestras vidas, que los otros son y hay miles de rostros. La oración por los demás nos compromete, nos ayuda a darnos a los demás, a renovar nuestro entorno y a ser testigos de nueva humanidad.
Paz y Fiesta