Ves el mundo tal como es

¿Qué nos llevó a creer en este error?

De siempre hemos sido educados para creer a pies juntillas en lo exterior. Dejamos de mirar en nuestro interior y pusimos la atención y la confianza en lo externo. Eso era

inevitable cuando éramos pequeños/as y dependíamos de un exterior que nos impulsó a ello. La verdad estaba fuera: en lo que nos decían y enseñaban. Teníamos que obedecerles y la norma era su norma, no lo que vivíamos internamente.

Las personas adultas nos decían cómo debían hacerse las cosas. No solían preguntarnos, ni poner en duda su forma de actuar. Las expresiones, “siempre se ha hecho así” o “porque yo lo digo”, se escuchaban en muchas casas y muchas escuelas

como la única verdad. Así se imponía, de forma inconsciente, una visión del mundo que no admitía divergencias.

También se nos enseñó a dar crédito a lo que “se ve, se toca y se oye”. A confiar en los sentidos y a creer, por lo tanto, que el exterior es uno y solamente uno: lo que percibimos físicamente. Nos creimos que nuestros filtros no deforman esa realidad en absoluto, que nuestra mirada es totalmente transparente y limpia. Que vemos exactamente lo que existe y todo lo que existe.

En todo caso, cuando otras personas opinaban diferente ante un aspecto de la realidad, nos invitaban a no fiarnos de ellas. A pensar que estaban equivocadas. Nosotros siempre teníamos razón, nunca nos animaron a poner en duda las creencias del grupo al que pertenecíamos.

Por lo tanto, acabamos creyendo que estábamos viendo un mundo objetivo y que, cuando otras personas no compartían esa visión, simplemente estaban equivocadas o eran malas. Porque nosotros/as siempre veíamos el mundo exactamente tal como era y, por descontado, teníamos razón y éramos buenos/as.

Creer en esto nos hace sufrir porque:

Al creer esto, no podemos evitar pensar que los demás están equivocados/as o son malos/as y, claro, esas creencias nos llenan de sufrimiento. Además esto fomenta nuestra rigidez mental y nos impide ponernos en su lugar y, quizás, aprender nuevas formas de hacer y de ver el mundo que nos enriquecerían.

Y, lógicamente, nos pasamos la vida intentando que los demás vean el mundo como nosotros lo vemos. Luchando contra ellos. Peleando contra lo que consideramos sus

errores… ¡y si ellos hacen lo mismo con nosotros/as se produce un enfrentamiento continuado que solo produce sufrimiento a ambas partes!

Pero como nuestra visión del mundo no es lo bastante sabia y siempre hay aspectos que no comprendemos, solemos llenarnos de frustración porque la realidad no coincide con lo que debería ser. ¡Llegamos a estar en lucha con ella! Y, como es evidente, si luchamos contra la realidad siempre llevamos las de perder aunque solamente, tal como dice Byron Katie irónicamente, el ciento por ciento de las veces.

Mientras pensemos así, es inevitable sufrir. Toda creencia que no nos aporte paz interior y armonía externa deberíaser revisada.

¿Qué información de sabiduría
puede sustituir esta creencia falsa?

Lo sabio es saber discernir entre lo que ocurre y lo que tú interpretas de lo que ocurre en el mundo. Darse cuenta de que lo que tú interpretas de la realidad no es la realidad misma, te ayuda a tener más sabiduría cada vez.

Lo sabio es observarte, conocerte e ir limpiando tu propia mirada. Un mismo hecho puede ser percibido como diferente según el nivel de conciencia de quien mira y su capacidad de ponerse en distintos lugares a la vez. Por lo tanto, lo sabio es mirar cada situación con tanta comprensión y tantas perspectivas como sea posible. De hecho, cuando algo se comprende, te invade una paz profunda. Por eso se dijo que la verdad te haría libre; no tu opinión, sino la comprensión profunda. Mientras algo te hace sufrir es que todavía no lo has comprendido.

Otra forma de explicarlo es afirmar que el mundo es un espejo: ves fuera lo que tienes dentro. Nadie puede reconocer una integral matemática si no la comprende: mientras veas garabatos o un montón de números incomprensibles, todavía te falta información o entrenamiento.

Por lo tanto, lo sabio es aprovechar para limpiar tu propia mirada, lo que ves como erróneo en el exterior. Aprovecha lo que ves para limpiar lo que enturbia tu mirada. No quieras peinar al espejo, péinate tú.

¿Cómo puedes verificar lo anterior?

Para comprobar que la realidad es neutra y que es absurdo luchar contra ella, observa como, por ejemplo, ante el mismo tiempo atmosférico unas personas lo viven como algo negativo mientras otras lo disfrutan con alegría. Mientras unos pueden ver terrible un invierno intensamente frío, otros pueden vivirlo como una oportunidad para esquiar y para que la naturaleza descanse antes de despertar en una primavera

esplendorosa. ¿De qué depende ver el mismo hecho como algo positivo o negativo? ¿Es inherente a la situación o depende de la mirada del observador? Verifícalo.

Fíjate que las dificultades ajenas suelen parecer más fáciles de sobrellevar. Observa cómo lo que ocurre no nos desequilibra emocionalmente, podemos comprenderlo como un “hecho inevitable de la vida del que hay que aprender”.

Pero comprueba como ese mismo hecho -una pérdida, un robo, una muerte, incluso un simple retraso en el horario de un viaje…- nos afecta mucho más intensamente cuando lo vivimos en primera persona. No se trata de que lo exterior sea diferente, sino de que lo deformamos. Podemos ver un vaso medio lleno o medio vacío, pero el vaso es el mismo. Verifícalo.

En un lugar de trabajo, una persona lo vive con gozo mientras otra persona vive el mismo trabajo como un sacrificio. Con eso comprobarás que no es la realidad la que impone una visión del mundo, sino la propia subjetividad. Verifícalo.

Si ves el mundo tal como es, ¿por qué un mismo hecho lo percibimos de formes diferentes? Esto demuestra que la visión del mundo depende de lo que eres, de lo que proyectas desde tu interior. Comprueba que, ante un mismo hecho social, económico, político… hay visiones diferentes porque hay proyecciones internas diferentes. Verifícalo.

Propuestas de entrenamiento

1. Ante la forma de tomarte cualquier circunstancia pregúntate: “¿Qué dice esto de mí?”. Así irás conociéndote y podrás liberarte de los prejuicios que enturbian tu mirada. Por ejemplo, ante una persona que se cuela en una fila puedes quejarte, agredirla, admirarla… ¿qué dice eso de ti? Tu manera de interpretar este hecho, ¿qué información te da sobre tus creencias, preferencias y pensamientos? Al conocer tus limitaciones podrás trascenderlas y tu relación con el mundo cambiará. Cuantas menos autolimitaciones tengas, serás más libre.

2. Date cuenta de que, ante cualquier situación, puedes elegir entre verla como una dificultad odiosa o como una oportunidad de aprender y superar un límite interno tuyo. ¿Qué prefieres? Por ejemplo, ante un nuevo programa informático, puedes focalizarte en lo útil que será cuando lo manejes y lo divertido que será dominarlo, o en lo que todavía no sabes y el esfuerzo que te exige entenderlo. Entrénate en ver el mundo como una oportunidad continua para aprender.

3. Para reeducar tu mente, puedes hacer reprogramación mental. Repítete: Todo tiene una parte que se puede valorar: soy yo quien escojo centrarme en lo agradable o lo desagradable. Decido centrarme en lo positivo.

Con la debida autorización de Daniel Gabarró

Publicado en:
Editorial Boira

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