II Domingo de Cuaresma // Lc 9,28b-36

Subir para bajar…

Los Evangelios dejan ver que Jesús tenía cierta costumbre de subir a la montaña para estar solo, sin ruidos, para orar… En esta ocasión invita a tres amigos a subir con Él. Estos amigos viven una experiencia extraordinaria, de mucha luz. No es de extrañar que tengan ganas de quedarse, de plantar tres tiendas.  Hace poco he conocida la autora de un libro que se llama “El beso de Dios”. Ella afirma que Dios nos besa a todos. Quizás Pedro, Juan y Santiago han sentido el beso de Dios allí, en lo alto de la montaña…

Las Escrituras cuentan que Moisés tuvo que bajar del Sinaí y abajo se encontró con la realidad de un pueblo que se había fabricado un becerro de oro (Ex 32,1-35). Elías también descendió del Horeb (1Re 19), con el riesgo de sufrir la persecución de Jezabel, que quería imponer a sus dioses. ¿Con que se encontraron Jesús, Pedro, Juan y Santiago cuando bajaron? ¿Con que nos encontraremos nosotros hoy cuando bajamos de nuestros tiempos de soledad y silencio?

Cada instante, cada día, cada época es diferente. Pero a mí me queda claro que no subo a la montaña, -a la oración-, para quedarme; sino para bajar con valentía, dispuesto abrazar la realidad. Martin Buber decía: “Lo más importante no es comprender, lo más importante es abrazar”.  No comprendo muchas cosas del mundo de hoy: esta violencia, esta falta de paz y diálogo, este anhelo de armarse… Pero intento abrazar al mundo tal como es.  Al mismo tiempo, tengo la esperanza que un día, todos descubriremos el beso de Dios, un beso que llena de amor, un beso que transfigura…

Pauline Lodder, Pineda de Mar

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