Las Claraeulalias, mujeres nuevas

Aportación de Leticia Soberón con motivo de la celebración de la fiesta de Santa Eulalia.

LAS CLARAEULALIAS, MUJERES NUEVAS

Leticia Soberón

Alfredo, como buen discípulo de Jesucristo y gran amigo de Santa Eulalia, fue un decidido impulsor del desarrollo y la autonomía de las mujeres. Nos proponía como modelo a Eulalia, junto con Clara, para inspirarnos a una vida plena, libre, valiente, llena de amor de Dios y fecunda en frutos de bien.

Alfredo expresó y mostró con su vida una enorme confianza en nuestro potencial,

A nosotras nos impulsó a ser “mujeres nuevas”. ¿Y qué es eso? Liberadas por Cristo.

carismas y vocación en la Iglesia y en la sociedad. Y eso sin ponernos “en contra” de nada ni de nadie. Impulsando el misterio de la comunión y la igual dignidad de todo ser humano en cualquier circunstancia y condición. Pero señalando a la mujer, nada menos que como el arquetipo del ser humano, o sea, el modelo más pleno, no el varón como se consideró durante siglos. Un paso de gigante. En esto, por el momento y que yo sepa, se ha quedado solo en el mundo del pensamiento.

Foto de Patrick Hendry en Unsplash

Dejando atrás toda forma de esclavitud o atadura al orgullo, la soberbia, la envidia, los

celos, la mentira, el desprecio de los demás. Libres de las propias pasiones y apegos, y

libres de toda sumisión a otros seres humanos. Mujeres plenas, contemplativas, capaces de callar y escuchar. Capaces de vivir la amistad profunda, y también activas en la sociedad para mejorarla y convertir todo entorno en un lugar bello y habitable para todos.

Alfredo se murió hace ya casi treinta años. Nosotras hemos ¡do madurando, envejeciendo y en muchas formas haciendo vida lo que él nos transmitió. Es muy hermoso ver, y nos lo recordaba Cecilia Farfán hace unos días, cómo de diferentes maneras vamos realizando ese sueño, cada una a su modo, con libertad, sin que nadie nos mande, y al mismo tiempo en un clima de comunión y sintonía que se arraiga en nuestro “sí” a Dios Padre, y en el ejercicio de las tres cartujas. No es que sea todo fácil ni mucho menos; sabemos que la contemplación, la amistad y el servicio, hay que ir cultivándolos diariamente, superando obstáculos personales y los que nos vienen de la sociedad.

Hoy contemplemos juntas algunas notas de esa “novedad”. Me centraré en tres de ellas que están enraizadas en las tres cartujas.

1. Acoger la realidad y las personas tal como son. Un rasgo que se vive naturalmente

cuando de verdad vamos asumiendo a fondo la actitud realista existencial, es

dejar de “pelearse” continuamente con lo que sucede. Abandonar la perpetua

decepción y el enojo contra lo que pasa, contra lo que nos hacen los demás. Dejar

atrás la exigencia del “debería ser de otra manera”. La persona “nueva” acoge lo

que sucede, incluso lo difícil, duro o incómodo, y medita antes de saltar con las

contra-soluciones. La aceptación cordial de la realidad, con ayuda de la

contemplación, nos permite ver las semillas de futuro que la propia realidad tiene

dentro. Asumir que los demás son libres, comprender que tienen sus motivos, ser

pacientes y buscar qué puede esperar Dios de nosotros en estas circunstancias.

Si hay que cambiar cosas, lo haremos con decisión, pero sin acritud. Eso implica

aceptar a las personas, sean cuales sean sus características raciales o culturales,

opciones políticas, edad o preferencias. Aceptarlas… empezando por nosotras mismas. Somos quienes somos y como somos. ¿Deberíamos de ser mejores, más

creativas, más sabias, más…? Pero no lo somos todavía. Nuestra realidad actual

es la que es. ¡Asumir nuestros límites! La edad, la enfermedad, las decisiones

tomadas hasta ahora. Este es nuestro nuevo punto de partida. Abrazando la

realidad ¡incluso la actual, tan tremenda como parece!, y nuestras personas

cercanas tal como son. Preguntémonos: ¿qué semillas de futuro existen aquí y

ahora? ¿Qué espera Dios de nosotros en este momento? ¿Qué podemos dar,

cómo podemos servir?

2. La impotestad. Vivir en comunión sin nadie que ejerza el mando. Pienso que el

más grande signo de “novedad” que se nos ha dado como regalo, es justamente la

impotestad. La conciencia de que nadie tiene potestad sobre nadie. No estamos

ligadas por votos o por obediencia, sino que libremente estamos en comunión.

Todas últimas, como Jesús nos enseñó especialmente en la última cena.

Actuamos con autonomía y en conciencia, pero siempre escuchando también a

las demás porque no estamos solas en el mundo. Somos sinfónicas, avanzamos

como la melodía en las piezas de jazz, armonizándonos con la libertad de todas.

Foto de Steven Kamenar en Unsplash

¿Y qué nos une? Hemos dado un “sí“ a Dios Padre, total, irreversible y sin

condiciones, y podemos empezar a vivir una amistad auténtica en Jesús. Esa

amistad no es abstracta o genérica. Es concreta, con personas de carne y hueso.

Supone atención y cuidado mutuo, diálogo, escucha, acompañamiento. ¡Y esto

tarda años! Y requiere paciencia, mucho perdón y misericordia. Tenemos el norte

de las Condiciones de la Amistad. A esa luz, comprendemos que cualquier

encargo que recibimos de coordinación o animación para servir al pequeño grupo,

es de servicio, de alegre ultimidad. Sin mando.

3. Ser valientes porque somos libres. En la sociedad de todos los tiempos suele

prevalecer la ley del más fuerte. Pues nosotras estamos allí sin doblegarnos a los

poderes de este mundo, sin ansiar la gloria, la fama o el dominio sobre nadie.

Dando testimonio de que se puede vivir con sencillez. Veamos el ejemplo de la

Obispa episcopaliana Mariann Budd, que pidió al nuevo Presidente Trump

misericordia para los excluidos. Su tono era manso y sereno, pero su mensaje

tenía la potencia del Evangelio. Ella mostró no tener miedo; su valentía provenía

de su libertad interior, porque nada de lo importante le puede ser arrebatado.

Como Santa Eulalia. Nosotras debemos ser así. Muertas a nosotras mismas. Pues

hay que ser cada vez más libres, menos atadas a convencionalismos o sujetas a

las valoraciones ajenas. El objetivo no es brillar o autoafirmarnos, sino expresar

respetuosa y amorosamente lo que el Evangelio diría, lo que Jesús haría en cada

situación.

Así podemos promover fiesta. Esa es una gran asignatura pendiente que tenemos. Ser

más festivas, más capaces de promover alegría y risa, no sólo individualmente sino como grupo.

Termino este repaso agradeciendo de todo corazón a Jesús, y de su mano a Alfredo, el

habernos llamado y mostrado este camino. A Tante, a los Mayores, y a cada persona que nos ha mostrado con su vida, cómo es este “estilo nuevo” de ser personas. Sin rivalizar con nadie. Amigas e iguales en dignidad con nuestros hermanos varones. Y querría que nos preguntemos cómo poder compartir con otras mujeres, de cualquier edad, estos inventar, como grupo, nuevas formas de difundir esto que se nos ha dado como regalo.

DESCARGAR
DESCARGAR

Artículos

Ser en Fiesta

Podríamos calificar a Alfredo Rubio de...

Tres estilos nuevos, llenos de Esperanza

Escuchar podcast en Youtube Escuchar podcast en...

Actividades

¡No hay eventos!

Suscríbete a nuestro boletín

© 2025 PazyFiesta | Una web de Mauricio Mardones

© 2025 PazyFiesta
Una web de Mauricio Mardones