Soneto Bodas de Plata

Un comentario en clave de Espíritu Santo al Soneto Bodas de Plata

El 13 de junio celebramos Magdalena y yo la renovación de nuestras promesas matrimoniales en el Antiguo Monasterio de Sant Jeroni de la Murtra, en donde felizmente nos casamos hace 25 años. Para celebrar estas bodas de plata se me ocurrió por Pentecostés componer un soneto, pero al concluirlo me pareció, estremecida y emocionadamente, que no era solo obra mía.

En verdad, me resulta muy sorprendente que los versos empleados en el segundo cuarteto, en donde irrumpe la Gracia Divina, nos atañan también, de alguna manera, a todos y a cada uno de nosotros, y que al final del poema se revele el cometido con el que Dios Espíritu Santo nos pide que actuemos.

Él pronostica que Él se hará presente en nuestras “brechas”.
Pero ¿qué son las brechas?
Originalmente, son las grietas que en las antiguas ciudades hacían vulnerables las murallas defensivas facilitando el acceso de los enemigos. Pero ahora, para nosotros en cambio, aunque parecieran externas, las brechas las sufrimos ante todo interiormente. Aparecen haciéndonos vulnerables al mal y se nos intensifican por causa de las tentaciones que nos fisuran y nos conducen al pecado que nos hace tan frágiles.

Con esta alegoría de las brechas, quizás Dios nos quiere hacer caer en la cuenta de que a pesar de que tenemos fisuras o que estemos a veces tan agrietados o en peligro de estarlo, su Gracia Divina la tenemos, pues Él nos la da a pesar de nuestra indignidad. Pero también nos advierte que hemos de estar precavidos para que su Gracia no se nos escape a través de nuestras roturas.

¿Cómo es que teniendo agrietada y rota nuestra vasija, Dios nos confía el vaticinio providente de su amor divino?
Por supuesto, hemos de considerar que Su Gracia no la conservaremos si ignoramos las brechas y, pasándolas de soslayo, las dejamos complacidamente abiertas y desprotegidas creyendo que Dios siempre nos protege en toda circunstancia.

Por el contrario, lo que hemos de hacer es “estar en la brecha” constantemente y sin desfallecer para que su Gracia no solo venga a defendernos de las acechanzas del Maligno, que quiere siempre agrietarnos y entrar por nuestras brechas, sino para que su Providencia haga sobrevenir sobre nosotros enormes dichas “como resplandores”, tal como Él tanto lo desea.

Pero, ¿y cómo haremos para que nuestro espíritu permanezca incólume custodiando las brechas por donde sabemos que a menudo se nos cuela el mal? O más aún, ¿cómo haremos para custodiar esa brecha que puede llegar a ser tan sutil como aquel punto ciego que no solo nos hace tan vulnerables cuando estamos conduciendo, sino que, sobre todo y sin apenas darnos cuenta, a veces nos lleva a embestir a los demás?

Una de las más importantes recomendaciones que nos ha dejado Alfredo Rubio es precisamente la oración, la “cartuja” como él la llama; es decir, las dos horas aconsejadas que hemos de reservar diariamente de soledad y silencio, en las que incluso podemos reconocer mejor todas nuestras brechas para así poder permanecer incólumes en ellas. En la cartuja también, con la gracia del Espíritu Santo, nos reaprovisionamos de fortaleza para llevar nuestra vida con tesón y así poder cargar, incluso con alegría, las cruces que tenemos.

Al interactuar de este modo, sí podremos decirle agradecidos al Espíritu Santo: “Nada tememos, Tú nos diste alas. / ¡Tu inmenso y fuerte amor bien nos resguarda /
para esparcir la Vida que regalas!”.

En efecto, Su poderoso aliento no solo nos llevará a sobrevolar montañas o a atravesar mares de dificultad, sino que nos capacitará incluso para estar ahí curando y taponando nuestras brechas, y quizás también ayudando con amor y respeto a los demás a hacerlo.

Seguro que actuando así nos encaminaremos por la vida a través de un sendero lleno de paz y fiesta, un sendero de amor reparador para los demás y de entrega en santidad; y de esta manera, avanzaremos en la vida con la llama encendida de esa caridad con la que Él nos pide que ardamos.


Bodas de Plata
Con agradecido estrambote a Dios Espíritu Santo

(A mi amada Magdalena, y a Gabriel y a Ester, nuestros amados hijos)

¡Volver aquí a la Murtra, a las raíces,
después de veinticinco años de amores,
de sueños y arte, música, valores,
y tiempos duros, sí, pero felices!

Y es que en las brechas, Tú, Señor, nos dices:
“Mi gracia la tenéis, ¡y es que aún mayores
dichas vendrán al fin cual resplandores..!”
¡¿Por qué aunque indignos siempre nos bendices?!

¡Das a Gabriel y a Ester, dones y galas!
¡Ay, cuánto y cuánto Tú nos acicalas!
Y aunque tesón y cruz bien nos aguarda…

¡Nada tememos, Tú nos diste alas!
¡Tu inmenso y fuerte amor bien nos resguarda
para esparcir la Vida que regalas!

¡Tu aliento, Santo Espíritu, que exhalas,
de amor inflame el alma! ¡Y haz que arda!

José Ernesto Parra Cortés

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