El Ámbito, Carta de la Paz, Andadura Pascual, Itinerario y Última fase

El Ámbito de Investigación y Difusión María Corral

En 1979 junto con Antonio Barata, empresario catalán, funda el Ámbito María Corral, en honor de su benefactora y amiga Doña María -que había fallecido unos años antes- cuyo objetivo es la investigación y difusión de valores humanos, desde una perspectiva interdisciplinar. El constante diálogo con los expertos e investigadores que están avanzando en la humanización de la sociedad ha marcado los 35 años de vida de esta entidad, que ha convocado más de 225 cenas-coloquio, 25 Jornadas y congresos de estudio sobre temas humanísticos, y publicado cientos de artículos de opinión en distintos medios de comunicación.

La trayectoria del Ámbito como impulsor de reflexión humanística seria y abierta marca a la ciudad de Barcelona por su constante diálogo con los intelectuales, académicos y personas significativas de la Administración, promoviendo un clima de encuentro y profundización, libres de servidumbres ideológicas y con apertura hacia lo nuevo. Alfredo impulsó también el Ámbito María Corral en Madrid, Salamanca, Trujillo (Cáceres), México (DF y Hermosillo), Santiago de Chile, Santo Domingo (Rep. Dominicana).

La «Carta de la Paz dirigida a la ONU»

Como resultado de exponer y dialogar durante años sobre el realismo existencial con expertos de distintas partes del mundo, fue decantando los diez puntos de la “Carta de la Paz dirigida a la ONU”, que finalmente redactó en 1993 durante un viaje a China junto a José Luis Socías. Esta Carta ha dado lugar a unos Institutos de la Paz en diversos puntos del globo, ha sido presentada en diversas ocasiones a los Secretarios Generales de la ONU y está impulsando Congresos en distintos países, en diálogo con innumerables entidades dedicadas a la promoción de la paz.

La Carta de la Paz dirigida a la ONU continúa su desarrollo abriendo nuevas formas de reflexión sobre la paz arraigada en la experiencia, y celebrando “Congresos Edificar la Paz en el Siglo XXI” en diferentes países.

La Andadura Pascual

A su “antropología de la humildad y la alegría” se corresponde una teología de la Resurrección. En un breve texto la Andadura Pascual, Alfredo invita a los cristianos no quedarse en el Vía crucis, ni en el sábado santo ante el sepulcro vacío, sino a dejarse interpelar por las estaciones de la Pascua y seguir aprendiendo de las actitudes del Resucitado, siguiendo sus lecciones que purifican: la fe a los apóstoles, el amor a Magdalena, la duda a Tomás, el desencanto de los de Emaús, etc.

Pero hay que ir más allá: vivir ya cada uno en clave de resurrección. Ser y vivir como resucitados, que eso y no otra cosa es la vida cristiana. Morir y resucitar con Cristo supone una transformación profunda: la que es propiamente el inicio de la vida cristiana y que se simboliza en el Bautismo.

El Itinerario

Con el transcurrir de los años, Alfredo madura su propia vivencia de lo que supone la maduración humana y cristiana de las personas. Las opciones que de hecho toman –o se abstienen de tomar- en su desarrollo, y qué consecuencias traen estas decisiones. Las dimensiones personales están íntimamente unidenas a las que se refieren a la fe y la relación con Dios.

 

Alfredo escribió a vuelapluma este vibrante texto en Kenia, en diciembre de 1988.

«El Itinerario señala el sendero a recorrer desde que se abandona el mundo – palabra técnica evangélica – donde reina el príncipe del mal, hasta esta cumbre de la contemplación. Y cómo se desciende luego, para rescatar y pastorear a las personas con nuestro ejemplo y apostolados.»[1]

Alfredo propone un itinerario espiritual profundamente trinitario cuyo objetivo es que lleguemos al Padre y desde Él, bajemos de nuevo para ser misioneros y rescatar a las personas que quieran salir de la corriente del mal. Con Cristo, por Cristo y en Cristo subimos al Padre, encuentro en el que se acrisola la santidad. Alfredo propone un recorrido progresivo, en el que a pesar de que cada etapa implica la anterior, se recorre constantemente cada vez con mayor profundidad.

En el Itinerario se armonizan las varias dimensiones del ser humano. Se cultiva la contemplación, la vida comunitaria como sustento para la vida activa y misionera, al mismo tiempo que se constituye como paso para ascender a la soledad y silencio. Armonizándolas, cada una de estas dimensiones se refuerzan y potencian mutuamente. La contemplación en soledad y silencio da una nueva luz al mundo, y es con el Padre y con el Hijo que se espira el Espíritu Santo, por lo que el apostolado no será tan sólo a partir de la contemplación individual sino también en grupo, en comunión.

La doble estructura del Itinerario, sacramental y trinitaria, le otorgará por un lado la progresividad de la vida sacramental mientras que la dimensión trinitaria ayudará a un desarrollo más global de la persona al tener en cuenta sus diversas dimensiones a la vez que favorecerá la relación con cada una de las personas de la Trinidad[2]. Alfredo señalará que no nos deberíamos quedar encerrados en un cristocentrismo[3], ya que Cristo es camino para llevarnos al Padre, y con el Padre y el Hijo tenemos que amar el mundo con amor del Espíritu Santo. La virtud que lo culmina es la abnegación.


[1] RUBIO, Alfredo – Itinerario. Barcelona: Edimurtra, 2009, p. 11.

[2] Esta estructura trinitaria responde también a la concepción antropológica trinitaria desarrollada por este autor.

[3] Este tema lo desarrollaremos posteriormente en el tercer capítulo.

 

La última fase

En 1994 en un viaje a Hermosillo (Sonora), sufre un terrible infarto que le mantuvo muchos días en el hospital y durante el cual tiene una profunda vivencia interior de la inabarcabilidad de Dios, y al mismo tiempo de su cercanía y amor. En abril de ese año, muy debilitado, Alfredo funda en Hermosillo la Colegiata de Nuestra Señora del Cielo, para mujeres que deseen elaborar teología desde la contemplación y sobre la base antropológica del realismo existencial, siempre en comunión con los Obispos. Esta Colegiata fue aprobada canónicamente por el Arzobispo de Hermosillo Mons. José Ulises Macías el día 8 de enero de 2014.

El 3 de octubre del año 1994 el Cardenal Carles, Arzobispo de Barcelona, dado que casi todas las vocaciones sacerdotales en la diócesis eran ya adultas y no hacía falta una institución específica para su formación, decide extinguir la Casa de Santiago[4]

Alfredo muere en Barcelona el 7 de mayo de 1996 y está enterrado en San Jeroni de la Murtra. Su enorme legado sigue vivo en las personas que formó y en las instituciones que erigió.


[4] Alfredo Rubio ya había solicitado por el mismo motivo el cierre de la Casa de Santiago al Cardenal Narcís Jubany, pero este le propuso esperar hasta que se ordenasen los últimos formados en ella.

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