Comentario al Evangelio según San Mateo 24,37-44
Iniciamos un nuevo año litúrgico, y también el bello tiempo de Adviento. Y el evangelio de Mateo, que hoy nos sale al encuentro, nos habla de estar en vela. Jesús nos dice en varias ocasiones “estad atentos, velad”, y la liturgia lo subraya especialmente en el tiempo de Adviento, aunque ésta sea una actitud que debemos vivirla siempre.
Velar significa no ir dormidos por la vida, ni distraídos… Se nos exhorta a la vigilancia, a vivir despiertos, atentos, a vivir de manera consciente. Estar atentos a lo que acontece, tanto en nuestro interior, como a nuestro alrededor y también en este mundo en el que vivimos.
Estar atentos para poder descubrir la presencia de Dios en nuestra vida, para reconocer en qué momentos se hace presente en nosotros, que suele ser de manera sorprendente e inesperada. Tagore decía: “Él viene, viene, viene siempre”. Y es que Jesús viene a nosotros cada día, con muchos rostros diferentes, buscando la acogida y el calor de nuestro corazón.
Como dice Fray Marcos: “Dios está viniendo en todo instante, pero solo el que está despierto descubrirá esa presencia. Si no la descubro, mi vida transcurrirá sin enterarme de la mayor riqueza que está a mi alcance. Dios no tiene que venir en ningún momento ni de ninguna parte, porque es la base y fundamento de mi ser. Lo que llamamos Dios está en mí como fundamento aunque yo no descubra su presencia. Pero como ser humano, mi más alta posibilidad de plenitud consiste precisamente en descubrir y vivir conscientemente esa realidad”.
Que en nuestra cartuja soledosa pidamos el don de vivir cada vez más atentos a este Dios que está entre nosotros, en nosotros y que, paradójicamente, sigue viniendo siempre.