3. Ermitando

3. El desierto tiene puertas

También el desierto
tiene puertas:
¿adónde se acude
para entrar en esta soledad?
¿se llama a gritos
o a golpes de silencio?
no sé…
no sé si quiero entrar.

Largo ha sido el camino,
toda provisión agotada,
abandonadas las alforjas y el manto
al pie de algún árbol
sólo he podido cargar conmigo
en realidad,
no hacía falta salir con nada:
lo puesto, suficiente abrigo
y, la sombra fresca, remedio para el sol
cuanto más cargas,
necesita ser más largo el recorrido:
pues hay tantas amarras por soltar.

Invoco las palabras de Guillermo de Saint-Thierry:
“nunca se encuentra menos solo,
que cuando uno se encuentra solo”
las guardo en el pecho cual medalla
y a la entrada del desierto
las saco y las hago
carne de mi carne,
sangre de mi alma
me repito fuertemente y en silencio:
“en medio de la soledad
es cuando menos solo me encuentro”
la ausencia, es esos brazos abiertos
que anuncian acogedores una gran presencia
y, así, comienzo el desierto,
un éxodo cuya tierra prometida
es el mismo desierto.

La libertad de un sí
hace florecer todo el desierto.

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