El cuidado de nuestra casa común

En primer lugar, decir que hay mucho dicho y escrito sobre este tema. A medida que se ha ido tomando más conciencia de lo que significa la preservación del planeta, se han multiplicado todo tipo de iniciativas, bibliografía, estudios, acciones concretas para el cuido de nuestra casa común. Yo me he centrado más en cosas dichas por Alfredo y unos pocos autores. Hay muchos otros que tienen cosas interesantísimas sobre el tema, como Leonardo Boff. Él participó en la constitución de “La Carta de la Tierra”, promulgada en el año 2000 y en su libro “Una ecología integral” distingue cuatro ecologías: ambiental, política y social, mental e integral y propone una eco-educación que contribuya a la creación de “un modo sostenible de vivir”.

Nueva obra de misericordia

En el año 2016, para la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, que se celebra cada 1 de septiembre, el Papa Francisco propuso el cuido de la creación como una nueva obra de misericordia: “me permito proponer un complemento a las dos listas tradicionales de siete obras de misericordia, añadiendo a cada una el cuidado de la casa común. Como obra de misericordia espiritual, el cuidado de la casa común precisa de la contemplación agradecida del mundo”. Y “como obra de misericordia corporal, el cuidado de la casa común, necesita simples gestos cotidianos donde rompemos la lógica de la violencia, del aprovechamiento, del egoísmo y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor”.

Cuido de la casa común y humildad

El cuido de la creación o nuestra casa común está íntimamente relacionado con la humildad. ¿En qué sentido? Por una parte partimos de la constatación de que antes no existíamos. En algún momento empezamos a existir. Y un día moriremos. Entre existir con límites o no existir, prefiero existir. Y, precisamente porque todo lo humano es limitado, con mayor razón hay que cuidarlo. Cuidar mi existir, cuidar el existir de los otros, cuidar el hábitat que posibilita la existencia…

Alfredo Rubio señalaba: “…aquél que está contento con ser lo que él es, ser un ser humano, entonces el universo es algo muy interesante, es algo muy bello, es su casa, es lo que uno tiene que cuidar, es su reino. El que está contento de vivir tal como es, éste cuida con mimo el universo, las cosas que tiene alrededor; cuida la ciencia, la investiga con cariño para ir descubriendo los entresijos de este universo en el que está y del que forma parte… Los ambiciosos desprecian el mundo porque les parece poco y no tienen tiempo de arreglarlo. El humilde tiene paz, tiene tiempo y gusta, disfruta, es feliz, con el “cuido” de las cosas, de las personas y de todo.”

El cuido de la creación engloba a todos los seres, todo lo que existe, también me incluyo yo. Yo también tengo que cuidarme para poder cuidar de otros, de las cosas… Y este cuidarme implica velar por mi proceso de personalización, de crecimiento hacia la madurez, la plenitud… es un camino que conlleva muchas luchas interiores y capacidad para ver mi propia realidad. Cómo voy trabajando mi ser para humildearlo. Cómo detecto mis nudos… para irlos desenudando… nudos = miedos.

Darnos cuenta de que no somos dioses y aceptar nuestra contingencia posibilita una convivencia armoniosa. Juan Miguel decía que si los seres humanos no nos sobredimensionamos, todos cabemos. Si creemos que somos más, nos hinchamos, ocupamos más, consumimos más y nos convertimos en depredadores voraces del planeta.

La soberbia es la causante de los muchos males que aquejan al ser humano y al planeta, a toda la creación. No ocupamos los recursos de la tierra con mesura, sino que los sobrexplotamos buscando la máxima ganancia… que siempre es de unos pocos.

Extraemos los recursos de la tierra como quien va a la gasolinera a llenar el depósito y se va. En los pueblos andinos, se realiza el pago a la pachamama. Es un ritual de agradecimiento a la madre tierra por todo lo que ella nos proporciona. Se realiza antes de sembrar, o antes de iniciar la construcción de una casa,…

Lo importante para el futuro es buscar el bien de los presentes, de los existentes. Pero ¿qué significa y qué conlleva el bien de los presentes? Procurar una vida digna para todos pero sin caer en el consumismo y materialismo que todo lo degrada… y sin hipotecar a las generaciones futuras.

Cuido de la casa común y ultimidad

El cuido de la casa común implica situarse también en la ultimidad. No relación de poder o dominio ni conmigo, ni con los demás, ni con las cosas, ni con los animales… Nadie tiene potestad sobre nadie. La ultimidad es hija de la humildad y la caridad. El motor de actuación no es el poder, es el amor, el servicio por amor.

La ultimidad nos sitúa ante la vida en un plano de igualdad y fraternidad con todo lo creado, generando un tipo de relación más armónica y un estilo de vida que se aparta del consumismo voraz y de la ambición por tener más y más. Apuesta por una vida sencilla y más acorde con la naturaleza ¡los humanos somos parte de esta naturaleza!. ¿Cómo nos acercamos a ella? ¿Con espíritu depredador? ¿O desde el respeto?

En este sentido, recuerdo que Alfredo, ya en el año 1989, hablaba de que teníamos que vivir un cierto “abelismo”: “Abel es un símbolo del hombre ecológico: natural, agricultor, etc… Por el contrario, Caín es el que fuerza la naturaleza, no la respeta, persigue a su hermano y todo lo suyo, etc. Es importante este “Abelismo” en momentos en que la humanidad, por el modo en que se ha desarrollado la industria y la técnica, sus criterios, ideologías y soberbia, están a punto de hacer fenecer a la propia humanidad…Han sido posturas muy cainitas, de dominio soberbio de la naturaleza, de no respetar su misterio, de querer destriparlo todo para saber (con lo que se logra una sabiduría inútil). Las nubes ácidas acaban los bosques; las contaminaciones matan los peces de mares y ríos; las epidemias acaban con la vida, realmente es Caín persiguiendo a su hermano. Si no se ve la naturaleza, la vida como un don, no se respetará su misterio y se la degradará con grave daño para todo, inclusive para los mismos humanos.”

La ultimidad nos hace sentirnos hermanos de todo lo creado. Tenemos que revisar cómo tratamos a los seres existentes, sean o no de la especie humana. Muchas veces los tratamos con un sentido de superioridad y de dominio, maltratándolos. Queremos dominarlo todo sin límite alguno. No fue esa la actitud de Francisco de Asís. En la Laudato Sí, se cita a San Buenaventura, también franciscano, el cual decía que: “El reflejo de la Trinidad se podía reconocer en la naturaleza « cuando ni ese libro era oscuro para el hombre ni el ojo del hombre se había enturbiado ». El santo franciscano nos enseña que toda criatura lleva en sí una estructura propiamente trinitaria, tan real que podría ser espontáneamente contemplada si la mirada del ser humano no fuera limitada, oscura y frágil. Así nos indica el desafío de tratar de leer la realidad en clave trinitaria.”(Laudato sí, 239)

“…la persona humana más crece, más madura y más se santifica a medida que entra en relación, cuando sale de sí misma para vivir en comunión con Dios, con los demás y con todas las criaturas. Así asume en su propia existencia ese dinamismo trinitario que Dios ha impreso en ella desde su creación. Todo está conectado, y eso nos invita a madurar una espiritualidad de la solidaridad global que brota del misterio de la Trinidad.” (Laudato sí,  240)

Es decir, no estamos desconectados de las demás criaturas. Tenemos que tomar conciencia de que hay que tender hacia la comunión con los demás seres del universo.

La creación: transparencia de Dios

Para Francisco de Asís, que se había liberado del espíritu de posesión y de toda tentación de utilizarla en su provecho, la creación recupera su sentido original: ser transparencia de Dios.

Cuando en cierta ocasión, los hermanos se vieron obligados a cortar un árbol, no permitió que lo desarraigaran, porque habiendo sido creado por Dios, y por lo mismo propiedad suya, debía tener la posibilidad de brotar de nuevo. Asimismo, se resistía a extinguir cualquier llama, porque toda luz era para él un “reflejo de la luz eterna”. Encargaba a los hermanos que cuidaban los huertos que dejaran sin cultivar una franja, para que pudieran crecer allí libremente hierbas y flores, según la voluntad de Dios. Quería que hubiera junto a las moradas de los hermanos un pequeño espacio reservado para jardín, donde se cultivaran flores y plantas aromáticas, que movieran a los que las contemplaran a admirar la belleza del Creador.

Para poder ser colaboradores de Dios (ayudadores) ajardinando el universo, cuidándolo y siendo co-creadoras junto a él, tenemos que pasar tiempo en soledad y silencio, a solas con Dios Padre, con Dios Creador. Unidas a Él, sintonizadas con Él veremos la creación desde su mirada: “empezamos a ver la eternidad con unos ojos nuevos, ojos creadores con Dios creador; entonces las cosas se van abriendo; se van haciendo transparentes en su intimidad más íntima, en su ser óntico más profundo; se nos va aclarando la realidad, se nos hace profunda y transparente la creación. Sólo sintonizando en esta soledad y en este silencio con Dios Padre, es como se nos va a abrir, como un libro maravilloso, la Creación. Sólo así, es como después, podremos tratar con caridad, con amor, con respeto, las cosas y las personas.” (A. Rubio)

En Genesis 1,10, leemos que Dios se detiene y contempla la creación: “Y vio Dios que esto era bueno”. Miró, contempló con mirada de amor su obra creadora, sin espíritu de posesión ni de finalidad alguna. José Tolentino Mendonça, dice al respecto: “Dios miraba cada una de las obras de la creación desde su bien. Las cosas eran consideradas en su fundamento, no porque tuvieran una finalidad… La obra de Dios solo está completa cuando Dios, como si estuviera separado de su propia obra, la contempla en su bondad original y ve que todo es muy bueno (o muy bello)”. Siguiendo la lectura del Génesis: “Entonces la mujer se dio cuenta de lo hermoso que era el árbol, de lo deliciosos que eran sus frutos y lo tentador que era tener aquel conocimiento…”. Este, señala Mendonça, “es el gran engaño de la visión: dejamos de mirar la creación en Sí, y le aplicamos finalidades para las que somos el centro. Y ni siquiera nos damos cuenta de hasta qué punto la pretensión de constituirnos en medida de todas las cosas nos bloquea la mirada.”

Cuando nuestra mirada está orientada por el ego o por el afán de poder o de querer dominarlo todo, entonces nos convertimos en explotadores y no en cuidadores de la creación.

Y esto me lleva a referirme a Teilhard de Chardin en su texto “La misa sobre el mundo”

escrito en Ordos (desierto de Mongolia) en 1923 en donde tiene una experiencia mística-poética durante una expedición científica, cuando no tenía pan ni vino para la misa.

En La Misa sobre el Mundo Teilhard reflexiona sobre la irradiación de la Presencia eucarística en el Universo. Es la Consagración del Cosmos entero. Teilhard confiere a su misa cotidiana una dimensión cósmica. Expresando con gran belleza su experiencia de la presencia cósmica de Cristo.

Teilhard continuará viviendo hasta su muerte, bajo una luz cada vez mayor, su Misa sobre el Mundo. En una carta al  abate Henri Breuil: “Al orar, sigo elaborando poco a poco, algo mejor, mi “misa sobre las cosas”. Me parece que en algún sentido la verdadera sustancia que hay que consagrar diariamente es el crecimiento del mundo ese día: con el pan simbolizamos bastante bien lo que la creación logra producir, y el vino (sangre), lo que pierde en su esfuerzo en forma de agotamiento y sufrimiento” (26 de agosto de 1923)

Todo es ser, no hay más que ser por todas partes… dice Teilhard en su misa sobre el mundo. “Desde ahora toda la Materia se ha encarnado, Dios mío en Tu Encarnación”.

Y también él se refiere a la mirada, a una mirada contemplativa, admirativa, cuando exclama: “¡Gracias, Dios mío, por haber dirigido mi mirada de mil maneras hasta hacerle descubrir la inmensa sencillez de las cosas!”

También le pide a Jesús que descubra en nosotros la autentica caridad: “… descúbrele la verdadera caridad, esa caridad que no es el miedo estéril a obrar el mal, sino la voluntad enérgica de forzar todos juntos las puertas de la vida”.

Teilhard percibe las “innumerables prolongaciones de Tu Ser, encarnado a través de la Materia…”

Cuido de la creación y caseidad

El cuido de la creación empieza por lo más simple y cotidiano, como es el hecho de cuidar de la casa, del hogar, y de la vida que ella alberga: el cuido de las personas y de las cosas.

Alfredo acuñó el término “caseidad” para significar ‘el arte de llevar una casa’. “La mujer ha sido la primera casa de todo ser humano”, decía a menudo, y la casa es por ello una prolongación de la mujer. En llevar la casa hemos de trabajar todos, con responsabilidad propia y no solamente ‘ayudando’ como se suele decir. El arte de la caseidad comporta, no solo el llevar la materialidad y la organización de la vivienda donde mora la familia sino también el organizar la convivencia, es decir, el cuido de las personas: “…una mujer cuando piensa en sí, piensa en sí de modo global: ella y la casa, la casa que es ella pero que se prolonga en casa de paredes, de jardín, de Iglesia, del universo. Vuestra caseidad tiene los límites del universo; si pudierais, tendríais que ir a otra constelación a arreglarla y a ajardinarla, porque os pertenece.” (A. Rubio)

Tiene que haber una correspondencia entre la casa que habitamos y nosotros mismos decía Alfredo, porque sino es como una especie de esquizofrenia: “Es “fer dissabte” del alma. Y yo diría que se interrelacionan. Cuanto más “dissabte” hagáis en vuestro corazón y vuestra alma, fluirá más fácil y bellamente el hacerlo en vuestra segunda piel; y a la vez, cuanto más lo hagáis en esta segunda piel, más influirá y será fácil daros cuenta de las telarañas interiores…Se correlacionan las dos cosas, porque cada una es espejo de la otra; lo material es signo de lo espiritual.”

Es decir, tiene que haber coherencia entre nuestra interioridad y nuestra exterioridad, entre nuestro espacio interior y el espacio que habitamos.

Importancia de no descuidar lo pequeño, nuestra pequeña guarida. La tentación es estar permanentemente en la exterioridad, en el espacio público por la valoración, brillantez , etc. que te puede aportar. Descuidando el espacio donde se cuaja y nutre la convivencia, la amistad,…

Cuido de la casa común desde el Sumak kawsay

El Sumak Kawsay es una palabra quechua referida a las cosmovisiones de los pueblos originarios de América Latina. Desde finales del siglo XX es también una propuesta política desarrollada principalmente en Ecuador y Bolivia (y que creo que está contemplada en la constitución de ambos países) En Ecuador se ha traducido como «Buen vivir» aunque expertos en lengua quechua coinciden en señalar que la traducción más precisa sería la vida en plenitud. En Bolivia la palabra original en aimara es Suma Qamaña que se ha traducido como «Vivir bien«.

Existen nociones similares en otros pueblos indígenas, como los Mapuches (Chile), los Guaranís de Bolivia y Paraguay que hablan de Ñande Riko (vida armoniosa) y de Tiko Kavi (vida buena), también en la tradición Maya (Guatemala), en Chiapas (México), entre los Kunas (Panamá), etc.

El Sumak Kawsay es la vida en plenitud. Es saber vivir en armonía y equilibrio, en armonía con los ciclos de la Madre Tierra, del cosmos, de la vida y de la historia, y en equilibrio con toda forma de existencia. Y ese justamente es el camino y el horizonte de la comunidad; implica primero saber vivir y luego convivir. No se puede vivir bien si los demás viven mal o si se daña la Madre Naturaleza. Vivir Bien significa comprender que el deterioro de una especie es el deterioro del conjunto.

El Sumak Kawsay se desarrolla como una propuesta política que busca el «bien común» y la responsabilidad social a partir de su relación con la Madre Naturaleza y el freno a la acumulación sin fin y que surge como alternativa al modelo de desarrollo tradicional.

El Sumak Kawsay ancestral considera a las personas como un elemento de la Pachamama o Madre Tierra. A diferencia de otros paradigmas, el buen vivir moderno, inspirado en la tradición indígena, buscaría el equilibrio con la naturaleza en la satisfacción de las necesidades («tomar solo lo necesario»), sobre el mero crecimiento económico.

El Sumak Kawsay choca con la idea de progreso ilimitado. La Pachamama o la madre naturaleza tiene un límite, que impide un desarrollo ilimitado, un crecimiento a costa del “otro”- a costa de la naturaleza que incluye a los seres humanos-. Para asumir esta relación en armonía se requiere aplicar la complementariedad y la cooperación –no la acumulación-

El Sumak Kawsay contempla la relación de armonía con la sociedad, entendida ésta como el espacio más amplio, “globalizado”, y ámbito del sistema y cultura dominante, en la intención de recrear y ejercer la interculturalidad, y la plurinacionalidad, preceptos fundamentales de esta propuesta de vida.

Choquehuanca, explica que el Sumak Kawsay es vivir en armonía con los demás seres humanos y la naturaleza, sobre la base de la unidad, la solidaridad y la empatía, retomando los principios ancestrales de los pueblos de la región. Esta mirada no es antropocéntrica y ni siquiera egocéntrica: formamos parte de la misma unidad y así como “nosotros somos montañas que caminan, los árboles son nuestros hermanos”. Del mismo modo, el Buen Vivir es buscar la vida en comunidad, donde todos los integrantes se preocupan por todos. Lo más importante es la vida en un sentido amplio, no el individuo ni la propiedad. Tal cosmovisión en búsqueda de la armonía exige, como es obvio, la renuncia a todo tipo de acumulación.

San José, cuidador
Estamos en el año dedicado a San José. Creo que San José fue un hombre contemplativo y realista. No se quedó atrapado en idealismos, sino que porque supo ver la realidad y acogerla, posibilitó el nacimiento de Jesús. Pero, además, no era el suyo un realismo seco, agrio, sino un realismo que estaba traspasado por el amor.

José cuida de María, de la vida que se gesta en ella. Y después sigue cuidando.

La contemplación amorosa de la realidad es lo que posibilita que nazca nueva vida. Por ello, el cuido de la creación, el cuido de la vida, pasa inexcusablemente por ser personas contemplativas. Lo cual no quiere decir estar pasiva o inactiva, sino que toda la acción surge de una mirada contemplativa de la realidad. Esto implica estar “atentas”, salir del estado de somnolencia en el cual, a veces, estamos inmersas. Ir despiertas por la vida para captar los signos y evidencias que Dios nos va mostrando en el camino y que tantas veces nos pasan desapercibidos.

PREGUNTAS

¿Cómo podemos desbloquear nuestra mirada de los fines meramente utilitaristas y generar una mirada más contemplativa y fraterna?
¿Cómo cuidamos nuestro espacio interior para que desde él podamos cuidar nuestro entorno?
El cuido de la casa común exige pequeños gestos cotidianos, dice la Laudato Sí. ¿Como cuáles?
¿Cuáles serían para ti los principios del Sumak Kawsay o vida en plenitud para nuestro momento presente?

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