Diez condiciones de la amistad

Jesús, el jueves Santo, nos invita a una amistad nueva.

Amistad nueva

No se trata de la mera amistad natural, aunque ésta, si es sana, es necesaria y benéfica para el cristiano. Cristo desea más. Al revelarnos el Mandato «nuevo», Cristo nos invita a una Amistad «Nueva», a una Amistad Pascual, es decir, una amistad muerta y resucitada en Cristo. Él nos llama a una amistad especial, una amistad de Su Reino, «que no es de este mundo». Podríamos denominarla también Amistad evangélica. En fin, una amistad re-novada por el Espíritu Santo que es Quien renueva todas las cosas en la tierra.

Diez condiciones de la amistad

La amistad, para que sea auténtica y así, esté abierta al Evangelio, ha de ajustarse a un decálogo de condiciones que la distinguen. Son las siguientes:

No forzar
Es evidente: nadie puede hacerse amigo de otro a la fuerza, sino respetando su libertad.

No engañar
La amistad no se debe simular. Tampoco se pueden falsear los sentimientos ni aparentar ser lo que no se es. En la amistad se ha de ser veraz.

No ilusionar vanamente

Ante, por ejemplo, una persona que sufre y está necesitada de amistad, si alguien no estuviese dispuesto a ofrecérsela de verdad y de modo leal sería injusto dejarla que se ilusionara. No se puede dejar alimentar una esperanza vana. La amistad que se ofrece ha de estar abierta a serlo para siempre.

No comprometer
Ya se entiende. Sería incorrecto, por la amistad que nos une a alguien, llevarle a situaciones dañosas o embarazosas para él.

No ser egoísta
El que buscase amigos principalmente para tenerlos a su servicio, pronto se quedaría solo.

No prostituir
La amistad no se paga con nada, ni se otorga tampoco a cambio de nada. Asimismo, no debe cortarse por motivos fútiles o por dificultades superables.
Tampoco puede buscarse la amistad por motivaciones ajenas a la amistad misma, es decir, con otras intenciones u objetivos.

No ironizar
¡Cuantas amistades se han perdido por las hirientes ironías!
No se puede bromear frívolamente acerca de los amigos.

No cazar ni dejarse cazar
Hay personas capaces de tejer “telas de araña” o de tender sutiles “trampas” y hay personas, quizá ingenuas o afectivamente débiles, que se encuentran  “cazadas” en una amistad en la que no han consentido y con dificultad de zafarse de esa red. Ni una cosa ni la otra, no cazar ni dejarse cazar.

No mandar ni dejarse mandar
Al abrirse a tener amigos, nadie debe perder su propia autonomía y responsabilidad. En la amistad no hay superior ni inferior.
Ambos son iguales.

Amar y dejarse amar
Evidente también. Sin amor no hay amistad verdadera.
Y además, como el amor es cosa, al menos, de dos, ha de haber unos que amen y otros que se dejen amar. Y luego, viceversa,
“Más importante que amar es dejarse amar”, decía el Papa Juan XXIII.

Estas diez características, todas son necesarias y, a la vez, juntas son suficientes para que naveguemos con brío y confiados por el mar de la amistad.

Una observación final: Miremos a Jesucristo, a Nuestra Señora, ¿verdad que Ellos, en su amistad con nosotros, cumplen a la perfección estas diez condiciones? Imitémosles. Debemos ser expertos en amistad.

«Mirad como se aman, en eso reconocerán que sois discípulos míos.»

Juan Miguel González Feria

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