Acompañamiento Recíproco

Soy única mujer entre 4 hijos hombres, la tercera en nacer. Nací en 1970. Mi madre de profesión maestra de escuela primaria, sufrió un aneurisma cerebral en el año 89, una vez superado trabajó los siguientes 9 años previos a su jubilación como asesora en práctica docente y profesora de catequesis, mi padre de profesión técnico en mecánica automotriz se apoyó en sus hijos para el cuidado del hogar y de mi madre durante su enfermedad.

En el año 2000 fui a estudiar a Barcelona una maestría en ergonomía a la UPC, como complemento a mi carrera de Diseño Industrial. También, deseaba salir de mi país de origen, Colombia, experimentar un  horizonte nuevo, donde mirar desde otra perspectiva el país que me dolía y sentía enfermo desde mi tejido social próximo hasta enfrentar mi realidad.

Permanecí 3 años en Barcelona aprendiendo conceptos en ergonomía aplicada a los riesgos laborales y conociendo a su vez el legado de Alfredo Rubio a través del grupo Claraeulalias, invitaciones a encuentros, cursillos y posteriormente cursos como el de la Carta de la Paz dirigida a la ONU, en los que he participado tanto presencial como virtualmente, todo esto gracias a la colaboración de los mayores y a los diversos medios de difusión de la Casa.

Uno de los aspectos que más hizo eco en mí, fueron las historias clínicas de RE, la aceptación de nuestros padres, nuestro mestizaje, el reconciliarnos con los hechos históricos y finalmente el llamado a reconocer nuestra realidad, la realidad de nuestros pueblos en vía de desarrollo, tanto mestizos como autóctonos, pues sin ellos no existiríamos, ni el devenir seria el mismo; igualmente cada una de las historias clínicas, aunque no era la mía, tenía matices que se podían extrapolar a mi historia personal.  En la Carta de la Paz dirigida a la ONU, encontré el sentido de la hermandad existencial y un medio práctico de acción corresponsable en el mundo de hoy.

Sin embargo, El Itinerario, marcó un punto de inflexión en el 4M, me hizo sentir la necesidad de retribuir esa protección, cariño, cuidado, comprensión, educación y amor hacia mis padres, especialmente yo, quien como todo adolescente les hice sufrir en medio de una Colombia peligrosa y violenta.

El momento histórico por el que “atravesaba” nuestra nación en el 2003, la condición de colombianos en el extranjero; el país candente en todos sus aspectos: sociopolítico, seguridad, justicia, economía, desarrollo, salud, relaciones internacionales, relaciones interpersonales, etc. los consejos de mis médicos y el llamado del 4M me llevaron a tomar la decisión de enfrentar mi realidad y retornar al país. Desde ese momento vivo con mis padres, donde he aprendido a reconocer mi fragilidad en muchos aspectos.  “Somos seres únicos irrepetibles pero limitados, libres, inteligentes…” y  si nuestra condición lo permite, capaces de amar y dejarse amar.

Este regreso, posterior a 3 años de ausencia, no fue fácil, había aprendido otro tipo de organización en Barcelona y para aquella época aplicar lo aprendido en ergonomía significaba aplicar un conocimiento incipiente, inexistente, sin marco jurídico, sin suficiente información en las universidades y aseguradoras de riesgos laborales, actualmente esta situación ha venido mejorando.

Mi actividad debió enfocarse en ser copiloto en la administración del hogar, procuré no abandonar el ejercicio del Diseño, continué trabajando en oficios varios de casa y en el diagnosticentro donde también se podía aplicar mi rama, retomé mi pasatiempo del canto polifónico y fui soltando un poco las amarras de mi actividad creativa. Viajaba de mi ciudad de origen a Bogotá para compartir con el grupo Claraeulalias con Agustín, Montse, o con quien coincidiera.

Actualmente mis padres tienen 79 años, desde el año 2014 mi presencia en Bogotá ha sido casi nula por mi trabajo y también debido a los quebrantos de salud de mi padre. Debimos clausurar el taller.  Hoy enfrentamos las dificultades que quedaron de su disolución y acompaño a mis progenitores en casa.

Mi padre ha sido una persona muy activa y “trabajólica” (trabajó desde niño y nunca se detuvo, siempre fue reacio a dejar de hacerlo).  Mi madre ha pasado unos meses muy difíciles, le vi deshecha ante esta situación, gracias a Dios hasta el momento está estable.

Durante las recaídas en salud de mi padre, fui aprendiendo a limpiar su sangre, lavar su cuerpo y enfrentarme a mi inexperiencia y desconocimiento en la rama médica, sabía algo de cuidado de adulto mayor, pero no lo suficiente para su caso. Aunque somos seres limitados y nuestro sistema de salud igual; estamos agradecidos con la ciencia médica, pues mi papá está con nosotros. A pesar de su dificultad respiratoria y de movilidad, está dichoso porque Dios le ha dado una segunda oportunidad. También aprendimos como familia que su mente esta joven y en sueños puede montar en bicicleta, conducir o hasta reparar un auto, pero su cuerpo es vulnerable, tenemos el deber de ayudarle a aterrizar este hecho y ser sus herramientas para que no sufra tanto. Actualmente algunos de sus amigos le llaman para pedir su consejo como técnico automotriz.

Durante este último año me ha quedado claro que un paciente requiere libertad, cariño, respeto,  pero ante todo silencio, el silencio del hogar, ese que le producen sus propias dificultades, junto a la tranquilidad para “escuchar” y descifrar su foco de dolor, ese dolor “inútil” que cada uno poco a poco corrige y que como grupo familiar debemos ir superando. También he aprendido que el acompañamiento a través de la oración, entregando la vida y la muerte a Dios, con la confianza en Cristo por medio de la Eucaristía y de la mano de María de la Claraesperanza en la Resurrección; la indiferencia y el egoísmo se van transformando en sentido del humor, caridad y amor misericordioso.

Agradezco a quienes han visitado a mis padres, en especial al acompañamiento y consejo de Agustín Viñas, Montse y el grupo de Claraeulalias en Bogotá, a Carme Riera y Ramón Santacana, quienes por medio de su amistad, comprensión y oración durante el último año, han hecho posible que los momentos de sufrimiento e incertidumbre adquieran otra forma y color. También a Juan Miguel y Montse por su apoyo para llegar a Barcelona y participar en la clausura del concilio. Gracias a todos aunque no los nombre uno a uno y simplemente les llame queridos amigos Grupo Alfredo Rubio, llevamos el nombre de un hombre quien supo transformar su dolor en amistad, caridad, ultimidad, su limitación en legado, ajardinando el mundo desde su próximo prójimo hasta la ONU con su mensaje de Paz y Fiesta.

Elsa Victoria Lizarazo Díaz 

Bucaramanga-Colombia

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