Domingo XXIII del tiempo ordinario // Lc 14,25-35

En este texto Jesucristo nos habla del desapego, del desprendimiento total, es, tomar una decisión de decir “a seguirlo”. ¿Acepto todas mis cruces, es decir mis imperfecciones, problemas, tentaciones, pecados, dudas y todo aquello que me hace ser humano, mundano y con ello acepto que Jesucristo me quiere como su discípulo?, el llamamiento que Jesucristo nos hace es a la vida eterna, preparándonos desde hoy ¿Entiendo que renunciar a todo, significa que todo lo que está a mi alrededor es temporal y lo único verdadero es seguir el mensaje de Dios?

La página del Evangelio es buen ejemplo de la enseñanza que nos ofrece Jesucristo, el mejor de los maestros, afirmando con radicalidad que quien no renuncie a todos sus bienes no puede ser discípulo suyo.

Seguir a Jesucristo es arriesgado y comprometido y, no obstante, es el único camino del que disponemos para alcanzar la meta. La persona que ha recibido la gracia de la fe cristiana tiene la misión de hacer partícipes a las demás personas del don recibido, de manera que cada vez sea más numeroso el “pueblo de Dios” y su influjo en nuestra sociedad y en el mundo se traduzca en esperanza y alegría y paz para todos, de manera especial en los días que estamos viviendo, sumidos en una crisis de valores. Jesucristo sigue siendo la esperanza.

Esta es la “sabiduría” que nos ofrece Jesucristo y de la que espera hagamos buen uso, porque solamente así podremos decirnos con verdad que somos “cristianos”, es decir, seguidores, discípulos de Jesucristo.

Nuevamente San Lucas nos recuerda, como le gusta hacerlo, que Jesús va acompañado de un gran gentío. En este contexto el Señor, mirando a la gente, presenta las altas exigencias que le hace al discípulo y a la discípula. Quien quiera seguir a Jesús debe ser capaz de ponerlo siempre en primer lugar, por sobre todas las personas amadas, incluso por sobre la propia persona; por eso pone el ejemplo del cargar la cruz y seguirlo como lo hizo el Cireneo que tomó la cruz de Jesús y cargó con ella en el viacrucis; el discípulo y la discípula debe siempre seguir a Jesús como primer amor y fundamento de todos los demás amores. Después el Señor presenta dos breves parábolas, la de la edificación de la torre y la del rey que va a la batalla; las dos parábolas están relacionadas con el seguimiento de Jesús, en cuanto que, cada una de ellas hace referencia a la seriedad del compromiso que se asume, si voy a construir una torre tengo que tener la certeza de terminarla y so voy a la guerra debo tener la seguridad de ganarla; así es el seguimiento de Jesús, no sirve iniciarlo para después dejarlo; el seguimiento de Jesús es un compromiso serio que implica dejarlo todo por Él.

¿Siento que soy verdader@ discípul@  de Jesús? ¿Amo al Señor con todo mi corazón, con toda mi alma y con todo mi ser? ¿Estoy dispuesto a cargar la cruz junto con el Señor? 

Buen domingo a tod@s

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