Domingo II de Pascua // Jn 20, 19 – 31

En primer lugar, desearles felices pascuas de resurrección.

El evangelio de este domingo tiene dos partes bien definidas unidas éstas por el comentario de la ausencia de Tomás.

Por una parte, vemos cual es la actitud de la comunidad cuando en el centro de ella no se siente la presencia viva de Cristo Resucitado. Sin esta presencia las comunidades se convierten en un grupo de varones y mujeres que viven encerrados por miedo. El problema es que cuando estamos encerrados no escuchamos lo que sucede fuera, no palpamos la presencia del Espíritu en el mundo. Por eso el Papa Francisco nos convoca a ser Iglesia en salida, una iglesia que sea capaz de poder crear espacios de encuentro y diálogo, ese diálogo entre Dios y el ser humano. Si vivimos con las puertas cerradas ¿cómo acogeremos ese envío que Jesús nos hace? ¿Cómo nos dejaremos impulsar por el Espíritu Santo? ¿Cómo amaremos y conoceremos el mundo al cual estamos destinados para llevar la buena nueva?

Por otra parte, nos encontramos con la actitud de Tomás, la cual nos muestra las dificultades a las que está expuesta la fe. Tomás debe enfrentarse al misterio de la resurrección desde sus seguridades humanas y desde su soledad. Hemos de tener cuidado con la fe vivida desde el individualismo, pues conlleva mayores dificultades y en ocasiones puede llevarnos por caminos que nos dificultan la visión de Dios resucitando y salvando.

Tomás trata de vivir su propia experiencia, no le sirve la de sus hermanos. Dios, no le falla, no nos falla, nos va resucitando a cada uno por medio del encuentro. No un encuentro con el Jesús anterior a la muerte, sino con una vida distinta, pero verdadera en una comunidad. La conversión de Tomás, en el fondo es, aceptar que la fe no es puro personalismo, sino que es una fe en comunión, que se enraíza en la confianza comunitaria. ¡No es bueno que siempre falte uno en la comunidad!

En conclusión, dejemos entrar al resucitado en nuestro grupo, que el ocupe el centro de nuestra comunidad, que él sea nuestra fuente de paz y alegría, que nos dejemos impulsar por el Espíritu Santo. Y que sepamos vivir nuestras dudas de manera sana sin perder el contacto con Jesús y el grupo, esto nos puede rescatar de tener una pertenencia superficial y estimular a crecer en el amor y la confianza.

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