Domingo de la Sagrada Familia / Lc 2,41-52

Este relato describe de forma detallada el cumplimento de la Ley de Moisés. Por lo tanto, María y José, como judíos piadosos y fieles van a Jerusalén para celebrar la fiesta de la Pascua. En aquella época los viajes se realizaban en caravanas y eran muchas las familias que viajaban juntas, por este motivo María confiaba que su hijo Jesús estaba regresando a Natzaret.

Según la Ley se consideraba que los niños a los 12 años ya tenían la edad madura para el cumplimiento de los derechos y deberes prescritos. Y Jesús tenía 12 años y también asiste al templo, lugar que para Jesús es considerado como “un sitio muy especial” porque es la casa su Padre.

Esta experiencia de Jesús en la casa del Padre permite evidenciar que es el Hijo de Dios, ya que siente que allí es “su lugar” y además tiene el don de la sabiduría por su manera de escuchar y de hacer preguntas a los doctores de la Ley. Todos se asombraban de su inteligencia y de sus respuestas. Vemos que Jesús ha crecido en sabiduría y que acepta la voluntad de su Padre. Así, ya empieza su misión encomendada para hacer la voluntad de Dios.

¿Qué nos hace pensar esta situación del mismo Jesús que acabamos de celebrar su nacimiento y que conocemos su relato histórico? Es un Jesús que sigue presente en medio de la humanidad y que también nos interroga, nos escucha y nos sorprende.

Con palabras del Papa Francisco quiero resaltar lo que dijo en una celebración de la Fiesta Sagrada Familia: “María, José y Jesús, representan una respuesta -coral a la voluntad del Padre-. Ellos se ayudan recíprocamente a realizar el proyecto de Dios, rezando, trabajando y comunicándose. Que ellos, sean modelo para nuestras familias, a fin de que padres e hijos se sostengan mutuamente en la adhesión al Evangelio, fundamento de la santidad de la familia.” Realmente eran como un equipo obediente que daban ejemplo con su forma de ser: María obediente desde su docilidad, José obediente desde su acción y Jesús obediente cumpliendo la voluntad del Padre.

Hoy la Iglesia nos invita a celebrar la Fiesta de la Sagrada Familia, para que las familias tomemos ejemplo de este amor verdadero de padre y madre ante los hijos. Cada familia es una realidad distinta, pero si en la familia reside la caridad, es el verdadero motor para vivir. La caridad invita al perdón y rehacer tantas veces como sea necesario las relaciones humanas siempre de forma sincera y a través del diálogo y del respeto.

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