La Palabra de Dios
Jesús les dijo: «Después de esa angustia llegarán otros días; entonces el sol dejará de alumbrar, la luna perderá su brillo, las estrellas caerán del cielo y el universo entero se conmoverá. Y verán venir al Hijo del Hombre en medio de las nubes con gran poder y gloria. Enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro puntos cardinales, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. Aprendan de este ejemplo de la higuera: cuando sus ramas están tiernas y le brotan las hojas, saben que el verano está cerca. Así también ustedes, cuando vean que suceden estas cosas, sepan que todo se acerca, que ya está a las puertas. En verdad les digo que no pasará esta generación sin que ocurra todo eso. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Por lo que se refiere a ese Día y cuando vendrá, no lo sabe nadie, ni los ángeles en el Cielo, ni el Hijo, sino solamente el Padre».
Hay momentos en la vida en el que el cansancio, los problemas, la enfermedad o el miedo te hacen sentir tristeza y desencanto por la vida, en definitiva, un apocalipsis espiritual. Es el momento de morir al hombre viejo.
Cuando esto pasa te rindes, pero no lo haces en cualquier parte sino en los brazos del Padre. Él se encarga de rehacer nuestro espíritu abatido y, sin darnos ni cuenta, comienzan a nacer nuevos brotes de sentimientos, de amor, de entusiasmo, de paz y alegría. ¡Qué gozo saberte tan cerca de mí, Señor! Porque no me dejas. Todo pasará más tus palabras de vida eterna permanecerán eternamente.
Cuando me llegue la hora de partir hacia Ti, solo deseo una cosa: que no me encuentres perdiendo el tiempo, sino amando; viviendo cada momento, cada instante.
Tú has sido mi pasado, eres mi ahora y serás mi futuro. Confío plenamente en Ti.
