Domingo XXVIII del tiempo ordinario // Mc 10,17-22.23-31

En el texto de este domingo de Marcos que hemos leído y escuchado tantas veces, podemos quedarnos en la primera escena, la del joven rico que se acerca para saber, sí para saber si con lo que ya hace es suficiente para entrar en el Reino y como ya cumple con lo escrito y lo sabe, sigue preguntando hasta que la respuesta que recibe es de renuncia, sí, podemos quedarnos en esa renuncia y nuestra capacidad y voluntad de realizarla o no, al parecer el joven de nuestra historia no quería ese cambio.

Sin embargo, cuando contemplamos de nuevo este texto sorprende que en el fondo del mismo está el verdadero seguimiento de Jesús, el de la radicalidad que nos propone, vivir de otra manera, actuar de otra forma, … el seguimiento que Jesús nos propone no es compatible con poner nuestra seguridad en las cosas materiales, lo que no significa que tengamos que ser pobres de bienes materiales. Seguramente la verdadera herramienta para esta radicalidad recae en la verdadera confianza puesta en Dios, como decía Ignacio de Loyola: «Actúa como si todo dependiera de ti, sabiendo que en realidad todo depende de Dios»

Como todos los textos del Evangelio esté también está vivo y se va adaptando a cada nueva lectura, de forma que nos interpela según el momento que vivimos cada uno, y desde qué posición lo releemos, siento que Jesús le responde al joven rico más allá de hechos y posesiones, a lo que de verdad nos invita a cada una de nosotras hoy es que seamos verdaderas amigas suyas, que vayamos profundizando nuestra relación con él y con nuestros contemporáneos cercanos en relaciones de profunda amistad, “seamos amigos fuertes de Dios” diría de nuevo hoy Teresa de Jesús.

Amistad profunda y confianza en Dios, verdaderos pilares del seguimiento que Jesús propone y, como el joven rico, podemos aceptar esa invitación o bajar la cabeza y marchar a cumplir con la norma y a encontrar nuestras propias seguridades.

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