Los últimos cien días de Alfredo Rubio fueron intensos, sorprendentes y gozosos. Alfredo siguió siendo maestro hasta el final, hacia el que se dirigió “a zancadas”, confiado y alegre en Dios. El 7 de abril de 1996, fiesta de Resurrección y un mes antes de su muerte, escribió el último soneto; debió ser porque a partir de entonces vertió la poesía y la belleza en la esmerada preparación de los desayunos, comidas y cenas que convocó sin interrupción durante esos días y a los que invitaba a quien le salió también “al paso”, es decir, sin acepción alguna de personas. Preparación que incluía recoger bien la cocina y guardar todo con mimo en cada aramario, las más de las veces él solo durante la noche a pesar de los tremendos calambres en sus piernas y pies.
Aunque en esas últimas semanas se comunicó primordialmente por medio del gesto, la actitud y la belleza, sin embargo, quienes le cuidábamos andábamos a “pluma y bloc en ristre” en todo momento, pues sobre la marcha, bien fuera con motivo de alguna conversación o por alguna actividad que tuviéramos entre manos, él nos decía “escribe” y nos dictaba. Esto podía ocurrir ordenando un armario, poniendo la mesa para comer, comiendo…, pues en esta época trabajó bastante en quehaceres de la casa; en alguna ocasión comentó que él se estaba sacando la “Licenciatura en Caseidad”.
Aquí están, pues, los “dichos al paso” de Alfredo, dictados con mucho amor en su afán de que seamos santos. El título lo redactó él, cuando ya había elaborado varios de ellos. Seguro que habrán más hechos y enseñanzas suyas que otros recordarán. Estos son los que hemos podido recoger.
Autor: Alfredo Rubio de Castarlenas // Dolores Cabrera
Medidas: 15 x 14 cm
Páginas: 27
Idioma: español
Ilustraciones: no
Temática: pensamiento
