Domingo XII del tiempo ordinario // Mc 4, 35 – 41

Marcos escribe su evangelio para las comunidades perseguidas del siglo primero (aunque esta no es la única clave de interpretación); las cuales se sentían amenazadas y en peligro, cuales barcas que navegan en el lago de Galilea en medio de una tormenta.

Como leíamos el pasado domingo, Jesús ha estado predicando el Reino de Dios en Cafarnaúm y pide a sus discípulos cruzar el lago de Galilea para pasar a la otra orilla al atardecer, es decir les está pidiendo un acto de fe.

El bello lago de Galilea, en torno al cual se predica el Evangelio por medio de parábolas, se convierte en lugar simbólico de tormenta por el cual navega la barca de la iglesia (como interpretaban este pasaje los santos Padres) o también podemos hacer una traslación a nuestras propias barcas, es decir nuestras vidas y nuestras historias, no siempre fáciles.

Marcos, ante las tormentas por las cuales navegamos durante nuestras vidas, nos propone dos opciones, como vemos en el evangelio de este domingo: la primera, la actitud de los discípulos que, se llenan de miedo y pavor ante las dificultades, llevándolos a cuestionar al propio Jesús, porque tienen miedo a perecer en medio de la tormenta; y la segunda, la posición que toma Jesús que duerme tranquilamente. Jesús sabe que la causa del Reino, o los asuntos de Dios, como el trabajo por la paz, por la justicia, o por la dignidad de todo ser humano levanta tormentas; pero Jesús, a pesar del peligro, está tranquilo, pues conoce cuál es la voluntad y el proyecto de Dios y confía en Él, entregándose con serenidad.

Como creyentes y seguidores de Cristo no podemos tener miedo en los momentos de crisis o tribulación, ya sea a nivel individual o eclesial, pues el miedo paraliza y no deja avanzar, culpabiliza y no ama, ahoga la alegría, y hace perder la esperanza y la fe. Por el contrario, debemos enfrentar las tormentas. Pero para enfrentar una tormenta hay que conocerla y analizarla, no odiarla (no podemos odiar “el mundo”, ni la sociedad, ni la cultura), además de hacer autocrítica de nosotros como personas o como grupo de iglesia. Se ha de huir de las falsas seguridades y de todo tiempo pasado fue mejor. Pero siempre poniendo nuestra confianza en Dios Uno y Trino.

Los creyentes, que trabajamos por la causa del Reino de Dios, no hemos de caer en la tentación de ver este pasaje como una historia tranquilizante, en la cual Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo) nos brinda su protección divina para surcar tranquilos los caminos de la historia, sin tener que enfrentar las dificultades y luchar contra ellas; pues, Él lo hará por nosotros y nos resolverá las situaciones complicadas amainando los vientos y conminando las aguas. Si no, por el contrario, ver este pasaje de Marcos como una invitación a vivir con intrepidez y valentía nuestra fe, confiando en Él a la vez que enfrentamos las tormentas de nuestras vidas. Sabiendo que a pesar de la zozobra saldremos victoriosos, pues navegamos junto aquel que murió y resucitó por nosotros.

Diego López-Luján

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