Competitividad en amistad

Una competición deportiva atrae por lo que tiene de esfuerzo y superación; por su sentido lúdico, de incertidumbre y riesgo del resultado. Presenciar un espectáculo deportivo enriquece a la gente. Pero, además, los profesionales de hoy día, que son tan perfectos, fruto de su dedicación y de la aplicación en ellos de multitud de conocimientos técnicos, biológicos y psicológicos, se asemejan a una obra de arte. Esto es lo que, por añadidura, entusiasma a los espectadores.

Sin embargo, la verdadera competitividad en el deporte es con uno mismo; es ésta la que da esos buenos resultados de superarse y desarrollar al máximo las pròpias cualidades. Hoy día, en cambio, el espectáculo deportivo, por lo general, está montado como competición, no con uno mismo, sino con los demás —contra los demás, mejor dicho—, y eso tiende a producir agresividad destructiva, vanidad, orgullo.

El espectáculo, así planteado, se basa en la rivalidad, dando cauce y aliento a los complejos y a las posturas individualistas que buscan no tanto el propio mejoramiento, sino el hundimiento de «los contrarios», empleando incluso, a veces, medios incorrectos para tal fin.

El deporte actual tiene la parte buena del esfuerzo de uno mismo, pero ha perdido

bastante la objetividad de aplaudir la belleza y perfección de todos, sean del equipo que sean. Buena prueba de ello son las agresiones físicas, cadá vez más graves, que se dan en muchos campos de juego, tanto entre jugadores como entre espectadores, que alcanzan a veces áreas de las propias ciudades.

¿Cómo puede esto mejorarse? Si todos los que los que compiten forman una unidad, si entre todos los  participantes —individuos, equipos, instituciones que los patrocinan—hay amistad deportiva y solidaridad humana, resulta que, en el fondo, se compite con

«uno mismo»; no hay contrarios, sino que es una competición entre los «del mismo bando», del único bando: el bando de personas amantes de un determinado juego.

El deporte, de este manera, sin perder nada de su emoción y entusiasmo, será una fiesta y un canto a la naturaleza humana, capaz de tanta perfección y mejoramiento, fuente de precisión y de arte. Cabe, pues, la competitividad en la amistad, porque es

como competir con uno mismo. Siendo «unos», los otros son también «yo».

Juan Miguel GONZALEZ -FERIA

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