Domingo XXXIV del tiempo ordinario // Jn 18,33b-37

El Evangelio nos presenta al Jesús “terreno” que comparece ante Pilato poco antes de ser condenado a muerte. Nos muestra a Jesús Hombre en toda su grandeza. Su reino es para los pobres, mansos, los que sufren, los misericordiosos, los humildes, los perseguidos, los compasivos… Un reino sin guardias ni soldados, sino con personas que escuchan su mensaje y se dedican a poner verdad, justicia y amor en el mundo. Personas que viven la verdad del evangelio y comunican la experiencia de Jesús que está cambiando sus vidas.

Como cristianos no debemos actuar como poseedores de la verdad sino como testigos. No deberíamos imponer nuestras creencias, ni intentar controlar la fe de los demás. No deberíamos pretender tener razón en todo. Deberíamos vivir convirtiéndonos a Jesús contagiando la atracción que tenemos hacia él, poniendo en todas partes su verdad. Seremos capaces de atraer a la gente cuando vean que nuestro rostro se parece al de Jesús y que nuestra vida recuerda a la suya.

Hoy más que nunca necesitamos ser testigos de su Reino. Espero que cuando nos reunamos y compartamos vida se pueda oler, catar, gustar y respirar el AMOR.

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