Hoy en la Iglesia se celebra la fiesta de la Sagrada Familia, y para ello se nos propone el final del evangelio de la infancia de Jesús según san Lucas. En este evangelio nos encontramos al menos con dos posibles interpretaciones, una cristológica y otra más antropológica sobre la familia. No necesariamente tienen que ser incompatibles entre ellas.
La primera de ellas nos remite al misterio pascual, esto se deja notar en: la búsqueda angustiosa; a los tres días le encuentran ocupándose de las cosas del Padre, esto es anunciar el Reino de Dios; anuncio que al final de cuentas es lo que le llevará a morir en la cruz. Jesús se entrega a la causa del Padre, y ni siquiera sus padres atinan a comprender su misión. María, la mujer que guarda todas esas cosas en su corazón, representa a la comunidad creyente que confía en Dios Padre, y que está llamada a seguir los pasos de Jesús: ocuparse de las cosas del Padre.
La lectura en clave de antropología familiar es que la humanización de la segunda persona de la Trinidad pasa por ser persona humana en el seno de una familia, donde se viven unas relaciones de amor y ternura en su seno, a la vez que se dan momentos de angustia y alegrías.
El evangelio de hoy, también, lanza un claro mensaje a los padres de que los hijos no son propiedad privada de ellos y han de respetar su idiosincrasia a la vez que los acompañan y educan, en el reto de que se desarrollen como buenos ciudadanos preocupados por el bien común.
Reconocer que los padres son co-creadores junto a Dios Padre hace, desde el punto de vista de la fe, que todos seamos una familia teológica; y desde la perspectiva antropológica –en clave realista existencial-, donde también se rompen las barreras biológicas (por otra parte, necesarias) nos constituye en familia humana universal o lo que Alfredo llamaba “hermandad existencial”.
Finalmente, como miembros de esta familia estamos llamados a desarrollar la vocación de ajardinar el mundo, no solo para mí o para mi entorno más o menos inmediato, sino para todos, sabiendo que se llega hasta donde se llega; o traduciéndolo a un lenguaje teológico a construir Reino de los Cielos en este mundo donde se pueda vivir en alegría, paz, justicia, en definitiva, en amor entre unos y otros como Él nos ama y que para comunicárnoslo se encarnó en una familia.
¡Feliz Navidad!