VI Domingo del tiempo ordinario // Lc 6,17.20-26

¿Felices los pobres, los que pasan hambre y los que son perseguidos? Estas son palabras que ni el ‘mundo’ ni una lectura puramente racional del texto pueden entender. Vivir la pobreza con paz de espíritu sabiendo que no has buscado desesperadamente ningún beneficio ni la riqueza deshumanizadora es ciertamente una fuente de felicidad. La sabiduría humana desde siempre nos lo ha dicho.

¿Felices cuando somos odiados, denigrados, ignorados por los demás? Si la causa de la persecución contra nuestra se debe a buscar el bien, la verdad, la paz y la justicia entonces también podremos vivir, a pesar de todo, con paz y gozo de espíritu.

Por el contrario, este mismo evangelio nos dice: «¡ay de vosotros los ricos, los saciados, los aclamados de la gente…!» la pena y el dolor no vendrá de una maldición de Dios, sino de la mala conciencia y la carencia de paz en el propio interior por haber obrado el mal: la riqueza de uno es la pobreza del otro; la saciedad de uno es el hambre del otro; el prestigio y la adulación de uno es la dignidad robada al otro.

Dios no nos castiga, es la mucha o poca conciencia que tenemos como personas la que nos acusa y nos hace infelices.

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