
Hoy nos encontramos con uno de los relatos conmovedores del Evangelio. Nos muestra el rostro misericordioso de Dios frente a la hipocresía y el juicio de los fariseos, del que destacaremos tres aspectos:
Jesús, defensor de la dignidad humana
· Los fariseos llevan a la mujer como una excusa para poner a prueba a Jesús, pero él no cae en la trampa. En lugar de alinearse con la mentalidad castigadora de la ley, su actitud revela un Dios que defiende al ser humano y no lo condena.
· Jesús no niega el pecado de la mujer, pero se niega a reducirla a su falta. Con esto, nos recuerda que Dios no nos define por nuestros errores, sino por nuestro valor como personas.
La hipocresía de los acusadores
· Jesús responde a los fariseos con una frase que los confronta: «El que esté sin pecado, que tire la primera piedra». Esta respuesta no solo desarma a los acusadores, sino que también los obliga a mirarse a sí mismos.
· Jesús invierte la situación: los que venían a condenar terminan examinando su propia conciencia. El mensaje es claro: antes de juzgar a otros, debemos reconocer nuestras propias faltas.
El perdón que libera
· Una vez que los acusadores se han marchado, Jesús le dice a la mujer: «Tampoco yo te condeno. Vete, y no peques más». Aquí se revela el núcleo del evangelio: Dios no es un juez implacable, sino un Padre que ofrece siempre una nueva oportunidad.
· La clave no está en el juicio, sino en la posibilidad de una vida nueva. Jesús no minimiza el pecado, pero su prioridad es la restauración, no la condena.
Vivir desde la misericordia y la compasión, en lugar de la rigidez y el juicio, también es una forma de construir el Reino de Dios aquí en la Tierra. Hagamos de este tiempo de Cuaresma un camino de transformación personal y grupal.
¡Buen domingo a todos!