
«Jesús nos dijo: «Siempre estaré a vuestro lado». Seguramente conocen ustedes aquella narración de una persona que seguía muy de cerca a su vez, las pisadas de Jesús. Pero al mirar un día hacia atrás el largo camino recorrido en la playa, vio que había trechos en que sólo se distinguían en la arena, las pisadas de una persona. Se dio cuenta además, que esto ocurría en los tiempos en que había tenido muchas penas y disgustos. Se atrevió a decirle a Jesús: ¿Cómo en esos trances me abandonaste? Jesús le respondió: «Las huellas solitarias que ves, son las mías. Precisamente en aquellos momentos de tribulación tuya, te llevaba en brazos, aunque tú no te dabas cuenta». ¡Qué hermoso estímulo esta respuesta del Señor para seguirle con premura y cercanía! Sin embargo, en nuestra vida siguiendo a Jesús llegamos a una encrucijada, en que sus pisadas se nos esfuman y no sabemos por dónde ir. Esto sucede cuando alcanzamos el pie de la cruz. Sólo vemos el hoyo del recio madero clavado en la tierra. ¿Cómo seguirle entonces?…»
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