
Un comentario al evangelio de este domingo debe tener en cuenta que Lucas lo sitúa dentro del camino de subida de Jesús a Jerusalén, es decir, en un contexto de tensión creciente; en clave de premura porque las circunstancias no son del todo favorables, no obstante, cargado de consejos prácticos, lo que terminamos vislumbrando es una pincelada que va desde la misma practicidad hasta aspectos medulares de la experiencia de Dios y de la vida espiritual: comunidad, acompañamiento, austeridad, humildad; experiencia de paz y disponibilidad a la fiesta.
Acaso, por lo mismo, este evangelio nos posibilita constatar que el mensaje de Jesús es siempre actual, afecto a la realidad humana a la que orienta una y otra vez, dándole luces que la resitúan y la alientan a continuar el camino, a pesar de la adversidad. En este sentido destaco cuatro ideas puntuales que me ha sugerido su reflexión y que no pretenden ser sino posibles claves de comprensión de la lectura evangélica de este domingo.
Designó a otros 72 y los envió de dos en dos
La comunidad se forma allí donde hay dos o más reunidos en su nombre, capaces de permanecer unidos en la multiplicidad e idóneos para salir al camino y propiciar encuentros sencillos, alegres, verdaderos y respetuosos. A veces, no es necesario tener todo resuelto para salir al encuentro, pero sí disponibilidad, confianza y mente y corazón atentos.
Ser, al menos, dos que caminan juntos refleja la posibilidad de avanzar en compañía, en unión, en armonía; con cierto equilibrio, a la vez, como reflejo de un orden vital. El ser humano no está solo. Acaso este ir de dos en dos sea también representativo del equilibrio entre lo humano y lo divino, de la relación entre Dios y yo, transida de encuentros, silencios y humanidad.
La mies abunda, los operarios escasean
Qué importante es entender que la mies es el tiempo de la cosecha, no de la siembra. Este solo hecho nos cambia la perspectiva. Jesús nos invita a recoger frutos que nutran y sacien, tanto a nosotros mismos como a otros. La invitación que nos hace no es para cargarnos de más peso, sino para compartir el gozo de la cosecha, labor para la que faltan corazones dispuestos a la fiesta.
Por otro lado, nos devela, de alguna forma, que el Reino está lleno de oportunidades, de gestos y palabras que prodigar, de quienes esperan ser consolados, pacificados, acompañados, por escasos que sean nuestros recursos. “Sabemos de quién nos hemos fiado”.
No lleven bolsa, ni alforja, ni sandalias:
Nunca está demás plantearnos la pregunta ¿cuán cargada, atrapada estoy en seguridades, bienes, títulos; posiciones, reconocimientos, razones, sinrazones?.. La evangelización y el anuncio, así como la amistad y la actitud de servicio, invitan a despojarse para encontrarse desde la humildad, la autenticidad y la ultimidad. El hecho de no llevar bolsa ni alforja apunta no solo a no depender de lo material, aunque lo tengamos, sino también a aprender a vivir desde la lógica de la gratuidad y de la providencia, que no debe confundirse con imprudencia porque es ejercicio de auténtica libertad, así como la descalcez es una hermosa imagen de la intimidad con lo sagrado, con Dios.
Digan: paz a esta casa… descansará sobre ellos, si no, permanecerá en ustedes
La paz, tan anhelada hoy, no nace solo de la reflexión, de la calma personal y social y de la predicación de ideas y doctrinas. La paz es intrínseca a la presencia Dios. La auténtica paz es inamovible a la vez que dinámica, además de solícita, pudiendo multiplicarse y transmitirse sin dejar de morar en el interior de quien se ancla en ella.