
El texto de hoy de Lucas nos habla de la oración, de ese espacio íntimo y personal donde uno se encuentra consigo mismo, con su realidad y con Dios. Y en esa realidad Jesús muestra dos actitudes bien distintas de orar. La oración que juzga, prepotente y que se tranquiliza con el cumplimiento. Y la oración que nace de la humildad, que sabe mirar en el corazón, que sabe reconocer sus límites, sus bondades y sus gracias.
Jesús nos muestra que la verdadera oración no necesita palabras grandilocuentes ni gestos de superioridad; necesita humildad, silencio interior y verdad. Ora es dejar que Dios nos mire con amor y permitir que esa mirada transforme nuestro corazón. Porque el que es amado ama, y el que es mirado mira.
La oración transformadora es la del que se sabe necesitado y amado, la del que pide perdón y agradece, la del que se presenta ante Dios con el alma desnuda, sin máscaras ni juicios.





