Por: Gemma Manau y Leticia Soberón
Alfredo (Barcelona, 1919-1996) fue una persona extraordinaria en muchos aspectos. No sólo como prolífico escritor y poeta, sino como pensador, médico, sacerdote y formador de personas. Su apertura intelectual, una profunda espiritualidad junto a su original estilo humano y a su vanguardista visión de la realidad, hicieron que muchas personas en cuatro continentes lo tuvieran como referencia en su vida, pidieran su consejo y su orientación, y aún hoy guarden de él un recuerdo imborrable.
Alfredo construyó amistades de larga duración con intelectuales de diversas líneas de pensamiento, y también con gente sencilla de todas las latitudes, sin ningún tipo de exclusión social. Fue escrupulosamente respetuoso con la libertad de las personas, e invitaba a todos con entusiasmo –ante todo con el ejemplo- a anclar su vida en unas horas diarias de soledad y silencio, y a vivir con humildad la alegría básica de existir.
Fundó numerosas instituciones e impulsó iniciativas de carácter eclesial y civil. Fue inquebrantable su comunión con sus sucesivos Obispos, que intuyeron la hondura de un hombre que dedicó casi la mitad de sus dos mil sonetos al gran Amigo de su vida: Jesucristo.
Fue un catalán universal. Es fundamental contextualizar su pensamiento en la Barcelona del siglo XX, sin embargo, los textos más significativos de su pensamiento los escribió fuera de su ciudad natal. Las bases para la Universitas Albertiana fueron redactadas en la ciudad de Gandesa, Tarragona; las 22 historias clínicas, progresivasde, de realismo existencial en la normexicana Hermosillo; el Itinerario, iniciado en Barcelona, lo redactó finalmente en Nairobi, Kenia; la Carta de la Paz en Pequín, China.
Esta semblanza no agota de ninguna manera la profundidad de un hombre que recorrió miles de kilómetros en los últimos 30 años de su vida, impulsó todo tipo de espacios de diálogo y profundización para escrutar los signos de los tiempos de manera interdisciplinar, formó cientos de personas y dejó un enorme legado intelectual. Sin embargo estas líneas desean ayudar a reflejar la riqueza de su personalidad y la validez de sus aportaciones para la persona y la construcción de la sociedad de hoy.
Por: Gemma Manau y Leticia Soberón
Alfredo (Barcelona, 1919-1996) fue una persona extraordinaria en muchos aspectos. No sólo como prolífico escritor y poeta, sino como pensador, médico, sacerdote y formador de personas. Su apertura intelectual, una profunda espiritualidad junto a su original estilo humano y a su vanguardista visión de la realidad, hicieron que muchas personas en cuatro continentes lo tuvieran como referencia en su vida, pidieran su consejo y su orientación, y aún hoy guarden de él un recuerdo imborrable.
Alfredo construyó amistades de larga duración con intelectuales de diversas líneas de pensamiento, y también con gente sencilla de todas las latitudes, sin ningún tipo de exclusión social. Fue escrupulosamente respetuoso con la libertad de las personas, e invitaba a todos con entusiasmo –ante todo con el ejemplo- a anclar su vida en unas horas diarias de soledad y silencio, y a vivir con humildad la alegría básica de existir.
Fundó numerosas instituciones e impulsó iniciativas de carácter eclesial y civil. Fue inquebrantable su comunión con sus sucesivos Obispos, que intuyeron la hondura de un hombre que dedicó casi la mitad de sus dos mil sonetos al gran Amigo de su vida: Jesucristo.
Fue un catalán universal. Es fundamental contextualizar su pensamiento en la Barcelona del siglo XX, sin embargo, los textos más significativos de su pensamiento los escribió fuera de su ciudad natal. Las bases para la Universitas Albertiana fueron redactadas en la ciudad de Gandesa, Tarragona; las 22 historias clínicas, progresivasde, de realismo existencial en la normexicana Hermosillo; el Itinerario, iniciado en Barcelona, lo redactó finalmente en Nairobi, Kenia; la Carta de la Paz en Pequín, China.
Esta semblanza no agota de ninguna manera la profundidad de un hombre que recorrió miles de kilómetros en los últimos 30 años de su vida, impulsó todo tipo de espacios de diálogo y profundización para escrutar los signos de los tiempos de manera interdisciplinar, formó cientos de personas y dejó un enorme legado intelectual. Sin embargo estas líneas desean ayudar a reflejar la riqueza de su personalidad y la validez de sus aportaciones para la persona y la construcción de la sociedad de hoy.
